Para muchos la obra maestra de Sonic Youth, el doble álbum Daydream Nation (1988) es un trabajo que redefinió los rumbos de la banda –después de cinco discos en los cuales el noise, los fuertes ataques de guitarra, los cambios rítmicos, las estructuras atípicas y las atonalidades eran la constante–, pero también redefinió el desarrollo mismo del rock, en especial de esa vertiente conocida como alternativa y que a finales de la década de los ochenta aún podía ostentarse como tal.
Daydream Nation es algo así como el equivalente subterráneo del álbum blanco de los Beatles, dada la variedad estilístiica de los doce cortes que lo conforman. Nada que ver con que el grupo diera concesiones al mainstream. Simplemente se trataba de ampliar el espectro musical de la banda con mayores experimentaciones y con la idea de abarcar géneros como el punk o las formas clásicas de la canción popular. Es por ello que temas como “Teen Age Riot” (con un cierto sonido que la acerca al rock pop) o “Silver Rocket” tuvieron tanto impacto entre un mayor número de gente que la que hasta ese entonces seguía al cuarteto neoyorquino.
Por supuesto que aquí están también los largos pasajes monocromáticos e hipnóticos que han sido característica fundamental de Sonic Youth desde que grabara Confusion Is Sex en 1983, lo mismo que las repentinas explosiones de guitarras que le dieran su sello noise. Otros cortes destacables son “Total Trash”, “Hey Joni”, la siniestramente hermosa “Candle” y la muy peculiar experimentación en estudio de “Providence” (algo así como la “Revolution No. 9” de Sonic Youth).
Un álbum de puro y absoluto avant rock.
(Reseña que escribí originalmente para el Especial de La Mosca en la Pared No. 39, publicado en abril de 2007 y dedicado a Sonic Youth)
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