Si el primer álbum como solista de Paul McCartney (McCartney, 1970) fue una obrita bastante superficial y rosa, más simpática que trascendente (aunque con un par de temas estupendos, en especial “Maybe I’m Amazed”), el primer disco de John Lennon (Plastic Ono Band, 1970) resultó todo lo contrario.
Se trata de un terrible manifiesto individualista, en el cual el músico deja salir toda la amargura y la decepción acumuladas a lo largo de los años. Mucho tuvo que ver en esto no sólo el aún muy reciente rompimiento de los Beatles y la relación con su mujer, Yoko Ono, sino también las sesiones de psicoanálisis a las cuales estaba sometido en el diván del doctor Walter Janov, quien en su libro The Primal Scream (El grito primario) recomendaba gritar como una forma de terapia.
Plastic Ono Band es un trabajo personalísimo, visceral, en el que John muestra sin tapujos sus entrañas más desgarradas y sus miedos y dolores más profundos. Es un disco lleno de enojo, un disco lleno de ansiedad, un disco lleno de vulnerabilidad. Iracundo y tierno, irónico y suplicante, infantil y maduro, exasperado y generoso, en este álbum se conjugan, con una claridad pocas veces lograda por alguien, el amor y el odio como dos caras de una misma moneda, la moneda que pone, sobre la mesa y a la vista de cualquiera, un ser humano con todas sus virtudes y todos sus defectos, con todas sus bondades y todas sus falencias.
Sin otorgar la menor concesión, Lennon grabó un grupo de composiciones austeras, en ocasiones incluso casi minimalistas, con una instrumentación escasa y su voz apasionada como salida de escape para su angustia. Lo paradójico es que a pesar de su crudeza, los once temas que conforman el plato poseen una calidad letrística y sobre todo musical extraordinaria. No son canciones monótonas y tampoco se parecen entre sí. Las melodías están muy bien logradas y varias de ellas se convirtieron en clásicos instantáneos que a 47 años de distancia perduran en la conciencia de la gente.
El álbum inicia con uno de los lamentos más escalofriantes en la historia no sólo del rock, sino de la música popular toda, la impactante “Mother” (con su complementaria contraparte final, la desolada “My Mummy’s Dead”). En “Mother”, Lennon grita más que cantar, implora más que interpretar. Es un tema de orfandad, un reclamo a la vida que le arrebató a su madre siendo aún muy joven. Es asimismo un reclamo a su padre, por haberlo abandonado. De ahí la frase final varias veces repetida con desesperación: “Mamá, no te vayas; papi, ven a casa”. Voz, piano, bajo y una sencilla percusión son todos los elementos del arreglo.
Otros temas importantes del disco son “I Found Out” y “Well, Well, Well”, pero el dolor y la rabia vuelven a manifestarse en la conmovedora “Isolation”, el mayor canto a la soledad del que quien esto escribe tenga memoria. En cambio, “Love” es una de las más bellas y sencillas canciones de amor, con una letra tan simple como dulce, un remanso en medio del atormentado y catártico álbum. Por su parte, “Working Class Heroe” se ha convertido en todo un himno, con su mensaje de protesta contra las injusticias del mundo y su arreglo folk que en mucho recuerda al primer Bob Dylan; un corte altamente politizado que anunciaba muchas de las posturas ideológicas del músico.
No obstante, el tema más controvertido desde una perspectiva sobre todo humanista es sin duda “God”. He aquí un apabullante y si se quiere hasta soberbio (en todos los sentidos de la palabra) ajuste de cuentas con la humanidad o cuando menos con algunos de sus líderes y representantes más conspicuos. Desde la frase inicial: “God is a concept by which we measure our pain” / “Dios es un concepto mediante el cual medimos nuestro dolor” (satirizada en 1972 en el tema “Magical Misery Tour” del disco Radio Dinner de la National Lampoon con la sardónica línea “Yoko is a concept by which we measure our pain”), sabemos que no se trata de una simple canción sino de una verdadera declaración de principios, el nuevo manifiesto lennoniano en el cual, acompañado por una música que va in crescendo aunque al final regresa al origen, John enlista a todos aquellos personajes y todas aquellas cuestiones de las cuales descree, desde Jesucristo hasta Adolfo Hitler, pasando por La Biblia, Buda, la religión hindú, los Kennedy, Elvis Presley, Robert Zimmerman (es decir, Dylan) y, por supuesto, los Beatles. Todo para concluir con su nueva proclama: “Sólo creo en mí, en Yoko y en mí” y las palabras que para muchos marcaron el fin de una era: “The dream is over” (“El sueño terminó). U2, por cierto, trató de dar una respuesta políticamente correcta a esta enorme canción con su blandengue “God II”, pero terminó por hacer el ridículo.
¿Es Plastic Ono Band una obra nihilista? Sí, pero también, en el fondo, se trata de una honda plegaria por la vida.
(Reseña que escribí para el Especial No. 26 de La Mosca en la Pared dedicado a John Lennon, a 25 años de su muerte, y publicado en diciembre de 2005)
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