Los mexicanos solemos contemplar con negra fatalidad todo lo que tiene que ver con la política. Negros nubarrones se posan sobre nuestras cabezas cada vez que vemos, leemos o escuchamos algo que se relaciona con nuestros políticos. El pesimismo nos abruma. El enojo nos consume. La amargura nos pesa como una losa.
Yo diría que, para evitar una depresión generalizada, tendríamos que contemplar a la polaca nacional con ojos más irónicos y menos iracundos. Porque si nos fijamos bien, estamos rodeados de acontecimientos políticos francamente cómicos, de una ridiculez tal que debería movernos a risa y no al enfurruñamiento, a la franca carcajada y no a la diatriba indignada y rencorosa. El sentido del humor es lo único que puede salvarnos De otra manera, estaremos condenados al fatalisno y al miserabilismo que nos inculcó una educación sentimental basada en las telenovelas y el cine mexicano más pueril y melodramático.
Dos ejemplos recientes de comicidad política:
1. El caso del video del ex alcalde de San Damián Texóloc, Tlaxcala, Miguel Ángel Covarrubias, quien se fusiló un discurso del presidente Frank Underwood de House of Cards. Cuando el plagio fue descubierto, el pobre hombre balbuceó tantas incongruencias a fin de justificarse que lo hacen candidato ideal... para un especial de stand up comedy en Netflix.
2. AMLO. La actuación de don Peje a lo largo de la campaña electoral por el Estado de México llevó su ya clásica y natural vis cómica a alturas insospechadas. Basta ver sus entrevistas con Ciro, con Pepe, con Carmen, espléndidas muestras de su delirante humor tropical. Para no hablar de sus mensajes por “las benditas redes sociales” la noche del 4 de junio –en los que, con su conocida sonrisa sarcástica, dio rienda suelta a sus chascarrillos contra la mafia en el poder– o el deslinde del “mercenario, politiquero y oportunista” PRD que hizo el domingo pasado.
Humorismo político a la mexicana. Tenemos que apreciarlo... y disfrutarlo.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
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