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En abril de 2008 se publicó el último número de
La Mosca en la Pared, que festejaba catorce años de existencia. Un año después vale reflexionar sobre las causas que la llevaron a la extinción.
En
La Mosca se hacía periodismo roquero –no un catálogo de grupos y discos- con los elementos que gravitaban en el universo del rock y los terrenos de enfrente, filtrado por la perspectiva y el estilo de cada colaborador. Era una publicación atípica porque logró ir más allá de la música con espíritu crítico y buen sentido del humor, contó con una considerable diversidad de colaboradores y se convirtió en referencia de un amplio sector roquero. No sólo transformó el aburrimiento en sano desmadre, también fue la revista de rock que más años había sobrevivido a pesar de las adversidades del mercado. Es cierto que su persistencia se debió en parte a la tenacidad del director, Hugo García Michel, pero sobre todo a la alta fidelidad de los lectores, a la Editorial Toukán y al esfuerzo desinteresado de los colaboradores.
Pero eso no la salvó de sus defectos, mosca humana al fin. Que al final de sus días ya no era la que solía ser, por supuesto que no; nadie es el mismo catorce años después. Sin embargo, tampoco supo reinventarse. Dejó de salir, entre otras razones, porque la editorial resentía las bajas ventas. Una generación de lectores perdió el interés cuando pasaron a ser profesionistas y padres de familia, y los nuevos lectores mostraron su apatía pues ya había nuevas revistas hechas por gente con nuevas ideas y otros lenguajes, el dominio de nuevos medios, perspectivas e inquietudes distintas –
La Mosca nunca se preocupó, hasta ahora, por tener un sitio de internet. Los hábitos de vida y consumo cambiaron tan rápido que
La Mosca no le decía gran cosa al nuevo público.
Eso, aunado al descuido editorial, periodístico y comercial, acabó de matar a
La Mosca, lo que era evidente en los últimos tres años, situación que atribuí al desgaste y el agotamiento de un proyecto que necesitaba actualizarse. Pero no sucedió y las razones saltaban a la vista. García Michel estaba más ocupado en perseguir a las estudiantes de periodismo, algo de lo que se ha jactado públicamente, y en ser un
rockstar senil. Sus “chicas” se acercaban a colaborar o a trabajar pero ante el acoso terminaban por manipularlo y hacerle la vida imposible. El descuido fue mayor con el grupo de blues y la preferencia de páginas para sus amigas y amigos en detrimento de los contenidos. Debilidades que le hicieron perder el suelo y, luego, la revista.
Talón de Aquiles y argumento de la editorial para darle aire,
La Mosca nunca tuvo una estrategia publicitaria. En catorce años nadie se ocupó en comercializarla y consolidarla. Tan sólo un ejemplo. Entre 2006 y 2008 trabajé en una agencia de publicidad para la marca Samsung. Desde ahí propuse a
La Mosca para lanzar y anunciar los productos personales de la línea M generation, luego llamada Music Adiction. Sobre la mesa de medios estaban las revistas musicales y en repetidas ocasiones le pedí a García Michel la información necesaria para que la revista fuera considerada en las pautas. Otras publicaciones nos enviaban cada mes ejemplares con sus tarifas, tiraje, distribución y tipo de venta, perfil socio-económico del lector, fechas de cierre, especificaciones técnicas y medidas. Así lo hacían todas. Insistí e incluso puse en contacto a García Michel con la ejecutiva de medios y acordaron el proceso: una persona de la editorial nos proporcionaría todo… pero nunca recibimos nada. ¿Cuántos anunciantes se quedaron esperando así?
Como se sabe, ninguna publicación sobrevive sin publicidad. Los periodistas y escritores impolutos pueden colgarle a la publicidad todos los males que se les ocurran, pero en algún momento descubren que gracias a ella tienen trabajo. Y esto siempre fue desatendido tanto en
La Mosca como en la editorial. Al terminar con la revista Jaime Flores le puso un premio impagable a los derechos, al nombre y al logotipo, sencillamente porque durante casi seis lustros invirtió sin alcanzar el punto de equilibrio. Entonces García Michel, acostumbrado a hacerse la víctima, empezó a expresarse sobre “la marca comercial” que él había creado, cuando ese aspecto siempre estuvo olvidado.
Un año después, García Michel anuncia, apenas, la creación de un
site en internet –y no dejó de enviar
e-mails para avisar de las tocadas de su grupo…
*Texto de Rogelio Garza, publicado este trimestre en la revista Replicante No. 19. Lo reproduzco tal cual, completo y sin corrección de estilo.