El maese
Juanito ha hecho los suficientes méritos como para merecer dicho registro (eso,
independientemente de los treinta millones de votos con los cuales asegura contar).
No olvidemos que este personaje -inventado de manera delirante e improvisada
por Andrés Manuel López Obrador, durante aquel inolvidable mitin en Iztapalapa
en el cual también conocimos a la inefable Claudia Brugada- ya tiene
experiencia de gobierno, puesto que fue delegado en esa populosa entidad
capitalina, la que mayores recursos económicos maneja en el DF.
“Les dije que
traía más de veinte millones de personas que me siguen y que me ofrecieron su voto
y ahora puedo decir que van a ser más millones de votos. Si hace seis
años el doctor Simi metió cinco millones de votos, Juanito, su servidor, el
candidato del pueblo, entrará treinta millones… o a lo mejor más”, declaró a las
puertas del IFE, a donde acudió a registrarse, un día antes de que venciera el
plazo.
Imaginemos
los debates entre Chepina, Quique, AMLOve y Juanito (¡ay, ya se me andaba
olvidando el Gabo Quadri de la Torre!). Resultarían de antología y romperían
todos los ratings. ¿A poco no se antojan? Nadie se los perdería y, a decir
verdad, no dudo que el buen Rafa Acosta pudiera ir escalando posiciones en las
encuestas hasta situarse (odio la palabreja posicionarse) como puntero.
Juanito
sería la salvación de las campañas que se avecinan. Significaría una inyección
de vida y de sana diversión y esparcimiento. Obligaría a los actuales
candidatos a repensar sus estrategias y le pondría sabor y color a la contienda
electoral.
¿Juanito en
Los Pinos? ¿Por qué no? Digo, si ya estuvieron ahí Chente Fox y Martita. O sea…
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