Leonard Cohen.
En estos tiempos de exaltación a la juventud, tiempos en
los que lo joven se idealiza, se sobrevalora y se sublima en detrimento de lo
viejo y su identificación con la decadencia, el declive y la inutilidad, no
deja de resultar refrescante que un septuagenario ponga la nota creativa y
demuestre, una vez más, que el talento y la sensibilidad poética no están
peleados con la edad, con el paso de las décadas.
Leonard
Cohen tiene setenta y siete años y no sólo sigue en plena actividad como músico y poeta sino
que acaba de grabar un álbum extraordinario, con un título tan irónico como
intencionado: Old Ideas (Columbia, 2012). Se trata de una colección de diez
composiciones espléndidas, en las que este nacido en Montreal en 1934 da rienda
suelta a su inagotable inventiva y recorre diversos géneros musicales en medio
de arreglos tan austeros como exactos, para presentar un disco que raya en esa
imperfecta perfección a la que sólo llegan los autores que lo han trascendido
casi todo.
Lúcido y a
la vez oscuro, quien a mediados de los años sesenta del siglo pasado se
iniciara como poeta y más tarde decidiera convertirse también en músico llega
con su décimo octavo opus en estudio y nos regala un tesoro lleno de belleza y
sarcasmo, de agudeza analítica y de capacidad para conmover a lo más profundo del
alma.
Estas
viejas ideas en realidad resultan nuevas. Porque no estamos ante un remake de
los primeros discos de Cohen. Aunque permanece el inconfundible estilo que
conocimos en álbumes como Songs of Leonard Cohen (1968), Songs from a
Room (1969) y Songs of Love & Hate (1971) o incluso en The Future
de 1992, la voz resuena más gutural que nunca y hay un alcance y una
profundidad hasta ahora inéditos. Es claro que el hombre sabe que se encuentra
en la última etapa de su existencia y por ello le canta a la vida y a la
muerte, al amor y a la enfermedad. Pero no se crea que lo hace de manera triste
y decepcionada. Todo lo contrario. De hecho, estamos ante uno de los trabajos
más optimistas y coloridos de este músico, con canciones llenas de momentos
lúdicos y de admirable entusiasmo en los que se permite burlarse de sí mismo
con alegre desenfado pero también expresar frases de inusitada esperanza.
Old Ideas
da inicio con “Going Home”, en la que una música sublime es el marco para que
Cohen cante con voz a la vez tierna y cavernosa frases en las que habla de sí
mismo en tercera persona: “Me encanta hablar con Leonard / es un deportista y
un pastor / Un perezoso bastardo que vive dentro de un traje… / Él quiere
escribir una canción de amor / Un himno al perdón / Un manual para vivir en la
derrota”. El hermoso coro femenino no hace sino servir como contrapunto frente
al autoescarnio.
“Dime otra
vez cuando vaya llegando al río / y sea llevado al límite de mi sed… Dime otra
vez cuando esté limpio y sobrio / … cuando haya visto a través del horror / …
cuando la suciedad del carnicero / sea lavada por la sangre del cordero / …
dime que me amarás entonces / amén”, canta en el segundo corte, “Amen”, una
preciosa y dura plegaria en medio de un acompañamiento de jazz lento
(escobillas percusivas incluidas).
De ese modo
va transcurriendo este disco que mucho tiene también de religioso y místico.
Así lo demuestran temas excelsos como “Show Me the Place” o esa absoluta y
exultante maravilla que es “Come Healing” (si esos coros no son interpretados
por ángeles, de verdad no sé de dónde provienen).
Hay lugar
en el álbum para la música tradicional norteamericana, ya sea el blues (en la
sabrosísima y cachonda “Darkness”), el folk (en la preciosa y desencantada
“Crazy to Love You”), el folk campirano (en la falsamente ingenua “Banjo”) o el
country western (en la evocadora “Lullaby”, una curiosa canción de cuna que
parecería sacada del Nashville Skyline de Bob Dylan).
Old Ideas
culmina con la que quizá sea la pieza musicalmente más discreta del álbum.
“Different Sides” tiene, sin embargo, una letra peculiar: “Nos encontramos en
lados diferentes / de una línea que nadie trazó / … ambos decimos que hay leyes
para obedecer / Sí, pero francamente no me gusta tu tono / Tú quieres cambiar
la manera como hacemos el amor / Pero yo quiero dejar eso por la paz”. Parece
una canción de enojo contra alguien, extraña elección para terminar un disco.
Se dice que
Leonard Cohen dejó varias composiciones fuera de este trabajo y que las guarda
para un siguiente plato. ¿Será un segundo Old Ideas o se tratará de algo que
pudiera llamarse New Ideas? Tal vez no pase mucho tiempo antes de que lo
sepamos.
*Publicado el día de ayer en el suplemento Laberinto de Milenio Diario.
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