Desde su
desastroso inicio en el Estadio Azul hasta sus broncas con las quesadilleras de
Tres Marías apenas hace un par de días, doña Chepina no ha visto la suya y ya
se habla, sotto voce, hasta de su posible reemplazo (aunque no veo cómo la
llegada, digamos, de Ernesto Cordero pudiera mejorar al PAN en las encuestas).
Lo que la
candidata blanquiazul ha mostrado en los medios, sobre todo en las implacables
pantallas televisivas, es una imagen vulnerable, dubitativa, insegura, incluso
temerosa, con un discurso poco convincente y lleno de generalidades que expresa
muy poco por no decir que nada.
Un momento
que me parece especialmente grave es el que sucedió el martes pasado, cuando la
buena señora se encontraba reunida con Alejandro Martí y diversos especialistas
en materia de seguridad. Hablaba don Alejandro cuando de pronto Josefina
pareció sentir algo y se mostró un tanto alarmada. Alguna cosa comentó nerviosa
a la persona que estaba a su izquierda. En la nota que pasaba la televisión, se
dijo que lo que había sentido era una réplica del temblor de ese mismo día,
aunque nadie más pareció darse cuenta de ello. El caso es que a partir de ese
momento, la candidata se desconcentró por completo del acto en que se
encontraba. Incluso pidió hablar desde su silla, sentada, y aun cuando hizo un
intento por ir al estrado, terminó por regresar a su asiento, siempre
titubeante y con el rostro demudado.
Se ha dicho
que estaba agripada, que se le bajó la presión. Lo que yo vi fue que se asustó
con el temblor y el pánico la paralizó. Mala señal para alguien que pretende
llegar a la presidencia de la república y desde ahí afrontar problemas mucho
más graves que un temblorcito.
Los
temblores de Josefina han puesto a temblar a los panistas. Tienen razón en
estar preocupados.
*Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario.
*Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario.
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