Convengo:
el juego de palabras está bastante jalado de los pelos, pero nos conduce a la
idea central de este texto: las dificultades que había hasta hace no mucho
tiempo para que alguien que tuviera aún su vieja tornamesa y algunos elepés o
discos de 45 revoluciones pudiera reemplazar la aguja que permite escucharlos.
Hagamos un
poco de historia. Con el advenimiento del disco compacto a mediados de los años
ochenta del siglo pasado, muchas personas que poseían notables colecciones de
lo que se conocía como acetatos –ya fuesen en su versión LP (Long Plays) o EP
(Extended Plays) – tomaron la decisión de deshacerse de las mismas. Quienes nos
negamos a ello y optamos por conservar a sangre y fuego dichas colecciones
fuimos vistos como quedados, anticuados, gagás o tecnológicamente
retardatarios.
Quien esto
escribe (o sea, yo) tenía una colección de unos mil quinientos elepés, aunque al
divorciarme a principios de los noventa y dividir las cosas con mi hoy ex
esposa, me quedaron unos ochocientos. Pero pude mantener conmigo el tocadiscos Sony que
adquirí hace cerca de treinta años y que todavía conservo en la sala del apartamento
donde habito.
Conforme
los discos de 33 y 45 revoluciones fueron desapareciendo de las tiendas, ya
fuesen especializadas o viles supermercados, escucharlos se volvió cada vez más
complicado, sobre todo si la aguja del brazo de la tornamesa se desgastaba
hasta quedar inservible. Por un muy largo tiempo, en México, sustituir a ese
pequeño y delicado adminículo se volvió misión imposible. Yo tenía un par de
repuestos y logré mantener viva la posibilidad de escuchar mis viniles (y no
vinilos, por el amor de Dios), pero muchísima gente no pudo hacerlo y terminó
por guardarlos como objetos decorativos o francas antigüedades.
Lo mismo
pasó con los tocadiscos, ya fuesen los portátiles (aquellas maravillas que se
cargaban como un maletín y podían desplegarse con el simple expediente de abrir
los broches que unían a las bocinas con la tornamesa) o incluso los que venían
en las viejas consolas, aquellos estorbosos aunque entrañables muebles que
adornaban las salas, primero de las casas de la gente pudiente y, más tarde, de
las de las familias clasemedieras de los años sesenta y setenta. Para no hablar
de los “aparatos de sonido”, esos armatostes (como mi Sony) que además de la
tornamesa incluían radio (en AM y FM) y doble casetera.
La
proliferación del disco compacto y la desaparición paulatina del disco de vinil
y de los tocadiscos hizo que los fabricantes de agujas prácticamente se
extinguieran. Todas aquellas tiendas ubicadas en la calle de República del
Salvador, en el Centro Histórico del DF, a donde uno iba a comprar sus agujas,
desaparecieron también o dejaron de venderlas. Parecía un hecho tan inevitable
como irreversible.
No tengo
pruebas para asegurarlo, pero creo que lo que nos salvó fue el surgimiento del
rap y la música electrónica. Los intérpretes de estos géneros comenzaron a usar
tornamesas, ya sea para sus scratches o sus sampleos. De pronto, los discos de
vinil volvieron a cobrar importancia y hoy día, muchos grupos y solistas en el
mundo sacan ediciones de sus álbumes en ese formato. En nuestro país, tiendas
como Mix-Up ya cuentan con departamento de discos de 33 revoluciones. Algo que
habría parecido insólito hasta hace muy poco.
Conseguir
agujas para las tornamesas ya no resulta tan difícil. En la propia República
del Salvador existe el llamado Tunel de la electrónica, donde se pueden
adquirir diversos modelos. Asimismo, en los grandes centros comerciales, como
Perisur, hay locales especializados en sonido que las venden. Los tocadiscos
también han regresado (hay unos en imitación madera, muy simpáticos y
accesibles, que venden en las tiendas de Carlos Slim).
Así pues,
el disfrute incomparable que resulta de escuchar un disco LP no sólo ha vuelto
a ser posible, sino que no tardará en imponerse como eso que algunos exquisitos
llaman moda vintage. El solo placer de escuchar la caída de la aguja sobre la
superficie del acetato ya no es materia de nostalgia y está ahí, al alcance la
mano.
Ya no hay
razón para gritar con angustia: ¡mi reino por una aguja! Basta con ir a
comprarla a la vuelta de la esquina.
*Publicado hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario.
2 comentarios:
Interesante dato, yo la unica vez que estuve en contacto con una tocadiscos y los LP fue a muy corta edad para apreciarlos :O
Que bueno que aún hay amantes de los viniles, de hecho yo soy seguidor arduo de Pearl Jam, los cuales todos sus albumes los han editado en este formato y cada año nos mandan como regalo de navidad un sencillo en este material. Mi colección se limita a los albumes y sencillos de Pearl Jam. Uno que otro disco de rock o también música pop 80era. No tengo tornamesa pero estoy por adquirir una, ¿Podrías recomendarme una buena, bonita y barata? jeje. Saludos!
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