El cuarto opus del quinteto angelino Spirit es una de las cumbres de la psicodelia sesentera y uno de los grandes discos de la historia del rock. Twelve Dreams of Dr. Sardonicus (Epic, 1970) fue el último plato grabado por la alineación original del grupo, conformada por Randy California (guitarra y voz), Ed Cassidy (batería; además de ser padrastro de California, a quien le llevaba veintiocho años de diferencia), Jay Ferguson (voz y percusiones), Mark Andes (bajo) y John Locke (teclados), mismos que anteriormente habían sacado los álbumes Spirit (1968), The Family That Plays Together (1968) y Clear (1969).
El estilo de la agrupación abrevaba de diversas corrientes, especialmente del folk, el jazz, la música clásica y por supuesto el rock, pero al fusionar esos y otros elementos, creó un sonido propio, altamente experimental, pero siempre bajo la estructura de la canción. Estos Doce sueños del Dr. Sardonicus constituyen de hecho un álbum conceptual, pero se trata de una docena de canciones perfectamente diseñadas como tales. No en balde alguien llamó irónica pero cariñosamente a esta obra, en obvia referencia, Sgt. Sardonicus.
Twelve Dreams of Dr. Sardonicus fue producido por David Briggs, quien había trabajado con Neil Young y dio a la agrupación el exacto toque que necesitaba y del cual careció en sus tres trabajos anteriores; buenos, sí, pero sin la brillantez de éste. El álbum da fe de una docena de sueños en forma de canción, cada uno de ellos una joya en sí mismo. Si un mérito tiene este plato es que ninguno de los cortes sirve de relleno o está de sobra. Cada pieza resulta perfecta y distinta a las otras. Eso podemos comprobarlo desde el arranque mismo, con el bellísimo y emotivo “Prelude-Nothing to Hide”, mismo que empieza con una suave melodía de tonos acústicos para estallar en frenéticos fuegos de artificio plenamente rocanroleros, con un Randy California cuya guitarra no dejará de asombrarnos a lo largo de todo el disco (parece increíble que este músico, fallecido en 1997, en esos momentos sólo tuviera diecinueve años de edad).
“Nature’s Way” es uno de los temas más conocidos de Spirit, un folk-jazz de enorme hermosura, con un mensaje ecologista que jamás cae en lo cursi (por fortuna, el quinteto nunca recurría a los mensajes hippies, tal vez por ser originario de Los Angeles y no de San Francisco) y cuyo sentido musical penetra en el escucha con una sutileza tan agridulce como conmovedora, gracias sobre todo a la voz solista de Jay Ferguson y las posteriores armonías corales que juegan con asombrosa y cuasi polifónica eficacia. “Animal Zoo” es otra maravilla, una canción llena de buen humor y con una complicada estructura y una letra que recuerda el mordaz estilo crítico de Ray Davies de los Kinks, mientras la música remite un tanto a “Medicated Goo” de Traffic. “Love Has Found a Way” empieza con extraños efectos producidos por una cinta tocada al revés (muy a la beatle en Revolver), para derivar en seguida en una composición intrincada, con cambios sorprendentes y un uso del vibráfono que sólo Frank Zappa había mostrado y ese sentido melódico que existe en todos los cortes y que es uno de los sellos distintivos del álbum. Un cambio súbito nos lleva de la mano a la majestuosamente simple y brevísima “Why Can’t I Be Free”, una mini obra maestra que en apenas poco más de un minuto nos envuelve con el encanto de un susurro. De ahí el disco parte hacia un tema por completo diferente y lleno de contundencia, el extraordinario “Mr. Skin”, un rock sólido, con sabor funky, voces en falsetto y un ritmo irresistible. El arreglo de los metales es como de un soul a la Stax. Se dice que Ferguson escribió “Señor piel” en homenaje a su “viejo” baterista cuarentón, Ed Cassidy, quien siempre llevaba la cabeza rasurada (algo poco usual en aquellos días de largas cabelleras) y al que sorprendió en un hotel en una situación comprometedora con una joven admiradora y del que sólo alcanzó a ver su epidermis (“Mr. Skin, you know where you’ve been”, dice la letra con negro sentido del humor).
El segundo lado del vinil original de Twelve Dreams of Dr. Sardonicus da comienzo con un piano que parece divagar en acordes persistentes, acompañado por guitarras y bajeos que buscan algún punto de reposo, mismo que aparece cuando el propio piano inicia un suave jazz psicodélico al que pronto se une la banda entera en un tema instrumental que incluye un moog y algunas figuras alucinantes, en un crescendo que culminará aparentemente en un fade out y un silencio, para reiniciar una especie de viaje astral que termina con las mismas divagaciones musicales del piano, el bajo y la guitarra. ¿El nombre de la pieza? “Space Child”.
El segundo track del lado B es la sorprendente “When I Touch You”, una de las composiciones más impresionantes del disco. Todo se conjuga para crear un ambiente al mismo tiempo ominoso e intenso, inquietante y a la vez lleno de belleza. La canción sube y baja, recorre diversos pasajes y no da punto de reposo ni siquiera en sus momentos relativamente calmos. Los cinco músicos están a su máximo nivel interpretativo, pero hay que resaltar la labor guitarrística de California y la voz apasionada de Ferguson. Estremecedora.
Las cuatro cortes finales son igualmente estupendos. La contagiosa “Street Worm” es una callejera y sardónica composición que rompe por completo con el mood de las dos piezas con que iniciara este segundo lado. El ambiente espacial y psicodélico deja su lugar a un rock simple (es un decir) y de cierta dureza en un tema divertido e incisivo. La semiacústica “Life Has Just Begun” posee un delicioso sabor de folk sesentero que de pronto remite a Jethro Tull pero también, ligeramente, a los Rolling Stones de los primeros años setenta. “Morning Will Come” anuncia y prefigura el estilo de Marc Bolan y T. Rex y su arreglo de metales resulta incontenible. Como dice el crítico Matthew Greenwald, con su sonido un tanto bubble gum (en el mejor sentido del término), este tema “pudo ser un éxito comercial…, pero no lo fue”. Twelve Dreams of Dr. Sardonicus cierra de manera sabia y majestuosa con la finísima “Soldier”, una breve composición calma, profunda, de tintes sinfónicos, con referencias a la inicial “Prelude” y voces a la Beach Boys en el Pet Sounds.
Twelve Dreams of Dr. Sardonicus representa mucho de lo que fue el rock psicodélico de fines de los sesenta, con la ventaja de que sigue sonando perfectamente actual. Se trata de un disco trascendente, una memorable oda a la melodía, un venturoso canto a la armonía, un álbum lleno de emociones y de aportes musicales y letrísticos. Hoy día muy pocos lo recuerdan, lo cual resulta decepcionante y muy indicativo de la incultura musical que priva entre las nuevas generaciones. Al respecto, hace poco dijo alguien: “La única analogía contemporánea para Twelve Dreams of Dr. Sardonicus en la cual puedo pensar es el OK Computer de Radiohead, sólo que el disco de Spirit es más consistente… y más divertido”.
(Reseña publicado en mi libro Cerca del precipicio, editado en 2012 por Cuadernos del Financiero)
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