Fue horrible. Una sacudida salvaje. A las once de la mañana sonó la alerta sísmica y yo estaba dormido. Me levanté como bólido, medio me vestí y salí del depto para bajar las escaleras, llegar al lobby del edificio y toparme con don Enrique, el poli de vigilancia, muy tranquilo. Me vio la cara de susto y sonrió irónico. Se trataba de un simulacro, el cual ya había sido anunciado. Yo lo olvidé por completo y me sentí ridículo. Como el sueño se me había ido (obvio), regresé a casa y decidí meterme a bañar.
Pasada la una de la tarde, ya bañado, vestido y desayunado, estaba trabajando en la compu cuando sentí el sacudón. Terrible. En seguida sonó la alarma. Esta vez sí era cierto. Todos los vecinos bajaban las escaleras, se escuchaba ruido de vidrios al romperse. Llegué a la calle, donde había mucha gente. Todos coincidíamos en que había sido un temblor demasiado fuerte, pero en la Nápoles no había daños. Veinte minutos después, empezamos a regresar a nuestros hogares y a enterarnos del desastre que había en varios puntos de la ciudad. La cercana Colonia del Valle, para empezar, pero sobre todo la Roma, la Condesa, la Juárez, el Centro Histórico y la zona de Villa Coapa, lugares en los que hubo mucha destrucción y varios muertos.
Fue un terremoto igual o muy semejante al del 19 de septiembre de 1985 y aconteció en la misma fecha, hoy, 19 de septiembre de 2017. Una coincidencia escalofriante.
Todos bien entre los míos afortunadamente.
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