Terminé de leer esta divertidísima novela del gran escritor catalán Eduardo Mendoza, en la que vuelve a aparecer el delirante y sensacional detective sin nombre de El misterio de la cripta embrujada (1978) y El laberinto de las aceitunas (1982) que leí hace tiempo (la primera, dos veces).
La aventura del tocador de señoras (2001) es quizás un poco más enredada y hasta un poco confusa, pero ahí está, reluciente, ese estilo tan peculiar para escribir que tiene Mendoza, ese barroquismo que llega a los límites del más delicioso absurdo y que arranca a cada instante la sonrisa irónica y en muchos momentos la carcajada franca.
Un asesinato que involucra a autoridades y altos empresarios de Barcelona se convierte en un enredo en el que aparecen los personajes más esperpénticos en medio de las situaciones más estrambóticas. El entrañable investigador sin nombre se mete en las más disparatadas situaciones y su discurso elaboradísimo hace que el lenguaje se convierta en un personaje en sí mismo, gracias a sus juegos y retruecanos, a su inteligencia y a su genial (esa es la palabra) humorismo.
Como no se vale contar los detalles de la trama, me limitaré a decir que la novela transcurre con frescura mas no con facilidad, ya que requiere que el lector se adentre a fondo en lo que va sucediendo para no perderse en el laberinto, no de las aceitunas sino de las incidencias que van apareciendo ante los ojos del protagonista principal y los que lo van acompañando en sus aventuras.
Gran libro para terminar este fructífero año de lecturas.
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