Durante muchos años, décadas atrás, el Canal 11 de televisión transmitía cada Navidad esta enorme y conmovedora película de Frank Capra, filmada en 1946, cuando el director acababa de regresar de la Segunda Guerra Mundial. La emisora del Politécnico Nacional la pasaba por fortuna en su versión original, en blanco y negro (en los noventa hubo una horrible versión coloreada) y esa misma versión es la que hoy puede verse en Netflix.
Para recobrar esa antigua tradición, disfruté de nueva cuenta y después de muchos años de Qué bello es vivir, con la actuación inmortal del gran James Stewart en el papel del noble y sacrificado pero siempre (salvo al final) optimista George Bailey.
It's a Wonderful Life es la película más significativa e importante dentro de la filmografía de Capra y de Stewart (ellos mismos, cada uno en su momento, revelaron que era su cinta favorita). La historia de Bailey, un hombre de clase media que vive en una pequeña ciudad estadounidense de nombre Bedford Falls, donde nació y de la que de joven quería emigrar para recorrer el mundo, es todo un canto al hombre común, a la solidaridad, a la generosidad y a la vida sencilla. Tal vez por eso en la época macartista tanto el realizador como el actor fueron tildados de comunistas por la delirante derecha gringa. Stewart incluso tuvo que presentarse ante los jueces para testimoniar.
George Bailey es tan generoso que termina por quedarse en su ciudad natal para siempre, a fin de salvar el negocio de préstamos suaves que dejó su padre al morir de un infarto. Ahí mismo se enamora y se casa con Mary (Donna Reed), su ex compañera de colegio, juntos forman una familia y tratan de salir adelante, a pesar de todos los obstáculos que les pone Mr. Potter, el villano de la película, un capitalista todopoderoso interpretado genialmente por Lionel Barrymore (otro motivo por el que se llegó a considera a este filme como subversivo). Cuando llega un momento en que Bailey lo pierde todo y por unas horas se convierte en lo contrario de lo que siempre fue, afectando a su familia y a sus amigos, y cuando está a punto de suicidarse en medio de la desesperación más terrible, se le aparece Clarence (Henry Travers), un ángel de segunda categoría que trata de ganar sus alas en el cielo rescatando a George. Para ello, le muestra todo lo que habría sucedido entre los suyos si él no hubiera existido. Y aquí le paro, porque imagino que algunos nunca han visto esta obra maestra del cine universal y no quiero venderles el total de la trama.
Como me sucedió cada vez que la vi antes, It's a Wonderful Life me volvió a conmover y a hacer sonreír. Es una de las películas más humanas que existen, con la ventaja de que jamás cae en el melodrama chantajista. Una absoluta maravilla.
Y sí, qué bello es vivir.
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