Asusta comprobar la manera como los servicios de inteligencia de la Rusia de Vladimir Putin lograron penetrar las redes sociales, en especial Facebook, para influir y manipular las elecciones del año pasado en los Estados Unidos y la crisis catalana que no acaba de terminar. Para ello, el Kremlin contó con la ayuda de dos medios estatales propios, el canal de noticias Russia Today y Sputnik, más un ejercito de hackers y bots –para el caso catalán– en la Venezuela chavista.
Todo esto, nos obliga a preguntar qué tanto buscará influir el gobierno ruso en las elecciones de julio próximo en México. ¿Política ficción? ¿Especulaciones enfermizas? Tal vez no. Donald Trump le debe mucho de su presidencia a Putin y la inestabilidad de Cataluña no es ajena a éste. Resulta claro que México, con tres mil kilómetros de frontera al sur de los Estados Unidos, no le resulta indiferente al gobierno ruso y que no es imposible que trate de influir en los comicios del 2018. La pregunta es: ¿a favor de quién?
Podríamos pensar que un populista como Putin que apoyó a un populista como Trump y que simpatiza –y ayuda económicamente– a un populista como Nicolás Maduro, tendría que favorecer al candidato populista de las próximas elecciones mexicanas a la presidencia. Quizás esa sería una ecuación demasiado sencilla, pero cuando se echa un vistazo al sitio de Sputnik, resulta clarísimo que las simpatías de esta página están con AMLO, además de contar entre sus colaboradores a lopezobradoristas a ultranza como John Ackerman y Gabriel Infante Carrillo. Este último escribió ahí mismo que hay “una campaña de desprestigio contra López Obrador, líder de la izquierda del país, quien tiene un creciente apoyo popular”.
Que se opine a favor de Andrés Manuel es un derecho democrático. El fondo aquí es desde dónde se hace y lo que representan Russia Today y Sputnik en relación con el gobierno de Putin y la manera como sus servicios de inteligencia y sus redes han manipulado presuntamente elecciones y acontecimientos políticos en otros países. Parece novela de Graham Greene o de John Le Carré. Ojalá fuese sólo eso.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
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