A mediados
del 88, la editorial Posada publicó mi libro Más allá de Laguna Verde,
investigación periodística sobre la planta nuclear situada en el estado de
Veracruz y para la presentación del mismo, se invitó a cuatro personalidades:
el actor Héctor Bonilla, el escritor Federico Campbell, el luchador antinuclear
Marco Antonio Martínez Negrete y el propio Muñoz Ledo.
El entonces
director editorial de Posada, mi añorado amigo Guillermo Mendizábal Rico, y yo
nos reunimos con Muñoz Ledo en un restaurante de San Jerónimo, a fin de pasarle
mi libro y charlar un poco sobre la presentación. El hombre me cayó de
maravilla. Me pareció un tipazo lleno de simpatía, cultura e inteligencia.
Estábamos a punto de ordenar la comida, cuando de pronto descubrió a alguien en
una de las mesas y nos dijo: “Es Gonzalo Martínez Corbalá. El cuate me tiene
pavor. Déjenme ir a saludarlo, nada más por molestar”. Como niño a punto de
cometer una travesura, se levantó de su silla y fue hacia donde se encontraba
el ex embajador de México en Chile. Recuerdo la cara de espanto de Corbalá al
verlo ir hacia él. Claro, como buenos políticos, se saludaron, se estrecharon
las manos, intercambiaron algunas palabras y se despidieron. Porfirio regresó a
nuestra mesa muy satisfecho, con expresión de diablillo mal portado.
Durante la
presentación del libro, en los jardines de Editorial Posada, habló
brillantemente sobre Laguna Verde y sobre la Corriente Democrática. Ese es mi
recuerdo de este personajazo de la política nacional, de quien el diputado
priista Julián Nazar acaba de decir en plena tribuna que “Si le hiciéramos un
análisis a Porfirio Muñoz Ledo, sería 90 por ciento alcohol y 10 por ciento
botana”.
Lo del
alcohol no me consta; pero de que es una botana, ya me tocó ser testigo.
*Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario.
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