Uno de los síntomas más evidentes del infantilismo que
durante años ha padecido el rock que se hace y se deshace en México es su
sempiterna sangronería. Muchos (¿demasiados?) de los roqueros, cumbiancheros,
poperos, baladeros, gruperos, skaseros y demás especímenes que pueblan el
curioso mundillo del rockcito nacional se especializan en ser eminentemente
sangrones, tanto que en ese sentido podríamos considerarlos
gores… y no por
sangrientos, sino por su espesa y pesadísima hemoglobina. Tres casos en
especial ejemplifican lo que planteo.
1.
El caso de los apelativos. Por alguna extraña razón,
una buena parte de las bandas mexicanas, al presentar a sus integrantes, se
limita a mencionar sus nombres de pila, así, sin apellidos, como se estila
entre los grupos más plastificados del pop. Así, cuando los entrevistan o deben
identificarse, lo hacen como Aldo, Pipo, Waldo, Arsenio, Cristóbal, Pompilio,
Pedrito o cualquier nombre sin apellido. ¿Es una manera de aceptar su anonimato
o de decir que forman parte de un grupo y que por ello las individualidades
poco importan? No, nada que ver. Su egocentrismo y su altanería (palabra que
rima con patanería) jamás les permitiría semejante actitud. Es, tan sencillo
como eso, una mera sangronería. Porque creen que su solo apelativo basta para
ser conocidos y reconocidos. Si al escuchar los nombres de John, Paul, George y
Ringo los asociamos de inmediato con los Beatles, ¿por qué no podemos relacionar a Billy,
Rodrigo, Rubén y José con, digamos, Motel? Pues porque para ser reconocidos por
el simple nombre de pila hay que haber logrado una real trascendencia. En el
rock que se hace en México, decir Saúl nos remite de inmediato al caifanesco y
jaguaresco chamán Hernández y decir Rita nos hace remontarnos a la imagen de la
recién desaparecida cantante de Santa Sabina. Pero son muy escasos los que
pueden destacar con nada más que su simple nombre, despojado de patronímico.
Quienes lo pretenden desde la medianía de su escaso o nulo talento no son más
que unos… sangrones.
2.
El caso de los gestos. Pídanle a un roquerito mexicano
que pose para una foto y de inmediato pondrá en funcionamiento todo un arsenal
de caras y gestos que en otro contexto nos haría pensar en una persona
oligofrénica y seriamente dañada de sus facultades mentales. Quién sabe por qué
extraña razón o por cuál retorcido mecanismo que se dispara en el interior de
sus cerebritos, los músicos de rock nacionales (y de otras nacionalidades, hay
que decirlo), en cuanto se enfrentan a la lente de una cámara fotográfica, gustan de adoptar posiciones corporales
retorcidas, acompañadas de señas con los dedos y gestos faciales que van desde
el arqueamiento de las cejas hasta el fruncimiento de la nariz y la apertura
máxima de la boca para dejar salir la lengua. Esto es “muy roquero”, piensan
(es un decir), y de ese modo se muestran de las más ridículas y grotescas
maneras. Se trata, sin dudarlo, de otra manifestación de irremediable
sangronería y una muestra de infantilismo que raya, como mencioné líneas atrás,
con la oligofrenia.
3.
El caso del divismo. Graba un disco, aparece en un
videoclip, sé entrevistado en Telehit, forma parte del elenco del Vive Latino o
simplemente súbete a un escenario y con ello bastará para sentirte toda una
diva. Ese es al menos el razonamiento que se hacen muchísimos roqueritos
mexicanos y que los hace cambiar su comportamiento de la noche a la mañana, para
transformarse en sangrones por antonomasia que miran de arriba a abajo al resto
de los mortales, desprecian con arrogancia a los periodistas y creen que la
humanidad entera debe rendirse ante ellos. Sujetos como estos sobran en la
escena del rockcito nacional. Divismo, ¡cuántas sangronadas se cometen en tu
nombre!
En fin. La
enorme sangronería de los roquerines mexicanos produce tal cantidad de
hemoglobina que la hace digna de un filme de Darío Argento. Se trata, no cabe
duda, de un fenómeno plenamente gore.
*Publicado este mes en mi columna "Bajo presupuesto" de la revista Marvin.
1 comentario:
creo que el problema empieza desde que hacen lo que hacen para ser famosos sin importarles nada mas, el arte y la verdadera actitud transgresora queda de lado cuando lo único es querer ser famoso.
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