sábado, 21 de enero de 2012

De Mancera, encuestas y amor*

Digan lo que digan (como cantaba el divo de Linares), las encuestas siguen mandando. Lo hicieron en las pasadas elecciones en el Estado de México, también en la (relativa) disputa entre Andrés Manuel y Marcelo y lo han hecho ahora, para despejar las dudas acerca de quién era el más popular entre la tropa de perredistas del Distrito Federal.
  Los números no mienten, diría mi numeróloga de cabecera. Miguel Ángel Mancera se llevó de calle las tres encuestas organizadas por el DIA y por Manuel Camacho y tres de los otros contendientes no tuvieron más remedio que apechugar, amorosamente (don Noroñas lo hizo de buen grado, tal vez porque desde un principio sabía que sus posibilidades eran nulas; Joel Ortega, con su rostro hierático, no mostró emoción alguna; Martí Batres, en cambio, tenía cara de pasmo resignado, quizá porque se vio obligado, para decirlo poéticamente, a tragar camote, ya que él sí llegó a creer que podía ser el ungido). En cambio, Alejandra Barrales se puso girita y se negó a presentarse (aún no sabemos exactamente por qué) en el salón donde se dieron los resultados. Fue la única que no se mostró como ciudadana de la república del amor y eso no está bien (“no, no, no, eso no está bien”, repite un coro con música gospel).
  Es aquí cuando, como en pastorela a destiempo, entra en escena el pícaro diablo, disfrazado de Carlos Navarrete. Como que está raro todo lo que hizo el buen Carlitos, desde que se bajó del barco para apoyar “a quien favorecían las encuestas” y que, según él, era doña Ale. Luego se le vio el jueves al lado de ésta, cuando anunció que no acudiría al acto final. ¿Será que el senador aconsejó a Barrales para que se portara mal? ¿Qué opinará la simpática botarga Navarretín al respecto? Misterio.
  El hecho es que Miguel Ángel Mancera será el candidato de las llamadas fuerzas de izquierda (ya incluso recibió la amorosa bendición del amoroso líder de la república del amor) y casi seguramente el próximo Jefe de gobierno de la capital del país.
  Un final feliz para esta historia que incluyó a héroes, villanos y, sobre todo, mucho, muchísimo, amor.

*Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario.

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