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Mi querida Verito Maza. |
Hace diez años, mi vida cambió. No puedo asegurar que fue
gracias a -o por culpa de, diría mi madre- que comencé a escribir en
La Mosca,
pero quizá sí lo haya sido debido a aquellos que volaban a su alrededor: gente
tan singular como Hugo García Michel y Fernando Rivera Calderón, quienes me
enseñaron que periodismo y diversión debían ir de la mano, que fanatismo y
análisis musical podían combinarse, que hay amigos que duran tanto o más que
una mosca a toda madre con tripas de papel cuché. Hoy día, mi colección de
revistas guardada en ese lugar de honor que hay en mi librero me recuerda que
quienes están detrás de ellas me enseñaron gran parte de lo que sé y cooperaron
en hacerme como soy. Sí, no olvido las puertas que la publicación me abrió a
nivel laboral, pero en definitiva me quedo con la gente que, desde hace una
década, ha hecho posible cada número. ¡Gracias por eso, Mamá Mosca!
(Publicado originalmente en
La Mosca No. 82, febrero de 2004, número del décimo aniversario moscoso).
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