martes, 3 de abril de 2012

Nostalgia de la antinostalgia*

Nostalgia se llamaba un antiguo programa de televisión que se trasmitía por Canal 13, cuando éste era parte de Imevisión y aún le pertenecía al gobierno. Lo conducía Jorge Saldaña, dentro de ese bloque de emisiones culturales hechas con mínima producción y enorme creatividad e inteligencia que recibía el nombre de Sábados con Saldaña. Eran los años setenta y ochenta, tiempos en los cuales en México dominaba el PRI, ese ogro filantrópico (Octavio Paz dixit) que hoy se dispone a retomar el poder y por el que muchos nostálgicos suspiran con una fruición digna de mejores causas (aunque no sepamos cuáles sean éstas).
  En Nostalgia, Saldaña (quien continúa en la brega a sus más de ochenta años y hasta tuitea con un entusiasmo un tanto trasnochado) presentaba a viejos cantantes de boleros y música “romántica”. El programa sigue causando añoranza entre los viejos televidentes.
  La nostalgia sirve. La nostalgia da seguridad. Nos consuela ante lo que no comprendemos del presente y lo que tememos del futuro. La gente de la generación que me precede (la de quienes en los sesenta andaban en sus veinte y hoy son ya sexagenarios) no deja de extrañar a la llamada década dorada –la del hippismo, la revolución sexual, la lucha por los derechos civiles, los movimientos estudiantiles, las libertades irrestrictas, el paraíso psicodélico y “el mejor rock” que se ha producido en la historia–, mientras que la generación que me sigue (la de los que eran veinteañeros en los ochenta y hoy sobreviven sus cuarenta y tantos) aún suspira por ese horrendo decenio de oscuridad política (Reagan, Thatcher, Salinas de Gortari), crisis económica, desempleo, conservadurismo, restricción de las libertades, falta de perspectivas, una moda francamente inenarrable y un rock pop inocuo, basado en los sintetizadores y las cajitas de ritmos; sus integrantes extrañan esos años y hasta organizan fiestas en las que sin temor al ridículo se disfrazan de “ochenteros”.
  Aferrarse a la nostalgia no es la mejor manera de vivir la vida. Vale, está bien conmoverse con Los años maravillosos o Clásico TV, con los discos de acetato o las películas en cassettes Beta. El pretérito tiene un gran valor y conocer la historia resulta fundamental para comprender el aquí y el ahora y para hacer proyecciones hacia el porvenir. Sin embargo, ser un fundamentalista del todo-tiempo-pasado-fue-mejor no parece lo más saludable.
  Tengo amigos y parientes que en su juventud gustaban apasionadamente del rock y dejaron de escucharlo en cuanto se volvieron adultos convencionales. Cambiaron a los Beatles por Luis Miguel, a Janis Joplin por Daniela Romo y a Pink Floyd por Vicente Fernández. Para ellos, el rock se detuvo en el tiempo y no les interesó seguir su evolución. Conozco a muy pocos contemporáneos míos (fui veinteañero durante la segunda mitad de los años setenta y la primera de los ochenta) que sepan lo que los jóvenes actuales realizan musicalmente. Ni siquiera les interesa saberlo. Ellos se lo pierden.
  Atados a su arcaica nostalgia, jamás han escuchado ya no digamos a Broken Social Scene, The Kills, The Streets, Feist o My Morning Jacket, sino ni siquiera a Radiohead, Björk, Sonic Youth,  Pulp o Blur (mi querido amigo, el escritor Fedro Carlos Guillén, parece bromear cuando dice con su acostumbrada campechanería que él se quedó en los Carpenters…, pero es cierto).
  Yo que siempre he pugnado por el conocimiento de la historia del rock y que me he burlado de quienes piensan que éste nació en los años noventa junto al Río de la Plata, pugno también por seguir actualizado y escuchar lo que hoy se está haciendo. Porque si bien la nostalgia puede ser un valor, la antinostalgia lo es de igual manera. Darse el placer de escuchar, por ejemplo, a The Who y The Decemberists, a Nirvana y TV on the Radio es algo que muy pocos hacen. Pasado y presente pueden convivir sin contradicciones. Las contradicciones están en nuestra cabeza y suelen convertirse en telarañas. La nostalgia puede enriquecer, pero también puede empobrecer y esto último, por desgracia, es lo que sucede con mayor frecuencia.

*Publicado este mes en mi columna "Bajo presupuesto" de la revista Marvin.

6 comentarios:

suck dijo...

completamente de acuerdo, "la nostalgia se disfruta mas cuando tienes mas cosas que recordar"
Cesar Suck...

suck dijo...

Completamente de acuerdo señor MICHEL. "LA NOSTALGIA SE DISFRUTA MEJOR CUANDO HAY MAS COSAS QUE RECORDAR"
Cesar-SUCK...

TEMOC dijo...

Terrible esto, tengo 28 años y amigos de casi mi misma edad (años más, años menos) ya dieron por detenida su alimentación musical, así, clamando que lo poco que llevan escuchando y viviendo fue lo máximo. Ya ni los 50, 60, 70 les interesa, ja, y está feo, pues aunque sean contemporáneos, parecen décadas mayores que yo.

chamuco dijo...

Maestro Michel, yo siempre lo he admirado y sus reflexiones son casi mantras para mi,pero hoy no estoy muy de acuerdo, tengo 34 años y sigo esperando escuchar ya no un albun como Nevermind,una sola rola q se vuelva mitica, creep, stay, zombie, no se algo asi, en la escena nacional tan acertadamente criticada por usted algun albun como RE de los tacubos, o por que no decirlo con su perdon, EL DIABLITO, pero nada ni de fuera ni de adentro, tal vez ya di el viejazo pero musicalmente siento que de los 90´s para aca nada bueno en la musica, saludos y un abrazo maestro. (destroce mi comentario por favor me sentire alagado)

Antonio Martínez dijo...

Me encanta mucho lo que oí en los noventa. Pero la década anterior tuvo propuestas buenas.

Decireves dijo...

Tanto mucho por conocer de las décadas pasadas en materia musical (en este momento ya me chuté a Fugs-Tenderness Junction-como mas de rato de ida a casa me aventare el nuevo de Sleigh Bells ) la cuestion es moverse y no volverse un cerrado,alguien quien en su comodidad o gueva ya no quiera oir nada de lo que sale hoy en dia, por cierto, viste a Radiohead en Coachella Hugo? a Yorke ya se le ven patotas de gallo y haciendo techno como que no cuadra jajaja...saludos!