¿Alguna vez han dejado de existir los Who? Se supone que
la leyenda de este grupo nacido en 1964 terminó en 1982, cuatro años después de
la muerte de su hiperactivo y delirante baterista Keith Moon. Fue en ese año
que Pete Townshend, Roger Daltrey y John Entwistle anunciaron el fin del
cuarteto. Sin embargo, volverían a reunirse más de una vez, incluso después de
que el propio Entwistle falleciera en un hotel de Las Vegas (of all places),
cuando estaban a punto de iniciar su gira norteamericana de 2002. Hoy sólo
queda la mitad de la legendaria agrupación. Se fue la parte rítmica –y a la vez
la más bizarra– de la banda, pero quedaron el cerebro (Townshend) y el corazón
(Daltrey) de la misma.
¿Qué
significan los Who para el rock? ¿Cuál es su verdadera importancia? Aparte de
ser los precursores de movimientos como el rock sinfónico, el punk y el rock
ochentero, aparte de ser integrantes fundamentales de la influyente ola inglesa
de mediados de los sesenta, aparte de ser los creadores de la ópera rock
(aunque hay quienes aseguran que este honor corresponde a The Kinks), aparte de
su actitud salvajemente nihilista (fueron los primeros en destrozar sus
instrumentos en escena, algo que les copiarían desde Jimi Hendrix hasta Kurt
Cobain), irónica (su sentido del humor sólo puede ser comparado con el de los
Hermanos Marx) y políticamente incorrectísima (recordemos a Townshend al
propinar tremendo guitarrazo en la cabeza al líder yippie Abbey Hoffman en el
festival de Woodstock o a Keith Moon al pasearse por las calles de Londres
disfrazado de oficial nazi), aparte de grabar algunos de los álbumes
imprescindibles de la historia del rock (sobre todo el Who’s Next), aparte de
todo eso, The Who representa el lado más lúdico, inteligente, provocador y al
mismo tiempo dulce y conmovedor del género que revolucionó a la cultura de la
segunda mitad del siglo veinte. Cuatro locos que se juntaron por algún extraño
y afortunado capricho del destino, para dar a luz a una de las más altas
manifestaciones del arte musical de la centuria pasada. Una explosión
incontrolable; un sonido inaprensible; un brazo que giraba con la fuerza de un
aspa de molino; un micrófono que daba vueltas vertiginosas sobre nuestras
cabezas; guitarras, amplificadores, tambores y platillos hechos pedazos; una voz
que imploraba con desgarrada angustia: “See me, feel me, heal me”. Los
hechiceros del pinball.
Editorial del No. 18 de los Especiales de la Mosca, publicado en marzo de 2005.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo.
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