sábado, 29 de septiembre de 2012

Charros contra gangsters


Desde mis épocas militantes en las filas del Partido Mexicano de los Trabajadores, al promediar los años setenta del siglo pasado, una de las banderas de lucha de la izquierda era terminar con el charrismo sindical, prodigado por el PRI de aquel tiempo y representado por ese líder hierático y momificado que parecía eterno y respondía al nombre de Fidel Velázquez (quien no creo que manejara terminajos hoy tan de moda como eso del outsourcing).
  El corporativismo era entonces uno de los grandes obstáculos para la democracia y hoy, a pesar de los doce recientes años de gobiernos panistas, lo sigue siendo todavía.
  La iniciativa de ley laboral enviada por el presidente Calderón al Congreso ha levantado de sus tumbas a los líderes charros que aún siguen con vida, desde Carlos Romero Deschamps hasta Francisco Hernández Juárez y desde Napoleón Gómez Urrutia hasta Martín Esparza. Todos al unísono han brincado indignados ante le mera posibilidad de que dicha ley los obligue a ser transparentes, a rendir cuentas a sus agremiados y a verse privados del uso a discreción de la sagrada cláusula de exclusión, mecanismo por el cual estos liderazos pueden mantener bajo control a todo aquel trabajador que se quiera salir del huacal y no pertenecer, ¡horror!, a los sindicatos que los charritos tan ejemplarmente encabezan. Faltaba más. Después de todo, son ellos los adalides de una de las más preciadas y nacionalistas tradiciones: la del mentado corporativismo, pilar indiscutible del sistema político mexicano, del cual han sacado provecho lo mismo priistas que panistas que perredistas.
  Lo del pago por hora y demás nimiedades son peccata minuta frente a lo que a ellos en verdad les importa: mantener su poderío como descendientes del tío Fidel (no vaya a ser que se muevan y no salgan en la foto). “Ninguna ley promovida por políticos gangsteriles debe tocarnos ni con el pétalo de una reforma estructural”, parecen decir tan orondos líderes.
  Charros contra gangsters. Esa es la oroliana consigna para salvar a la Patria. ¡Compañeros, a tomar San Lázaro y mantener el status quo!

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).

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