No es una foto del mío, pero se le parece. |
Yo estaba recién divorciado y me hacía cargo de mis hijos Alain y Jan, por aquel entonces de diez y de seis años, respectivamente. Con ellos acudí a la agencia Nissan cercana a Perisur y salimos con aquel Tsuru blanco que hoy fue vendido después de casi veinte años de ser mío (de manera relativa, porque en el año 2000 se los dejé a mis chilpayates y a Rosa, mi ex esposa; desde entonces ando a pie y en transporte público).
El coche salió más que aguantador (sobre todo si se toma en cuenta cómo lo manejaban mis vástagos en estos recientes tiempos). Noble y rendidor, ya no daba más de sí y llevaba dos años parado y en proceso de oxidación. Por eso decidimos que se vendiera.
Lo rememoro con nostalgia (me acuerdo la primera noche con él, cuando lleno de emoción encendí las luces y lo iluminado que me pareció el tablero, jaja). Nunca he sido fanático de los automóviles, pero ese Tsuru fue cosa especial. Ni hablar. El nuevo dueño lo reparará y lo hará revivir. Mejor eso a que hubiese muerto de óxido.
Adiós, Tsurito.
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