Cinematográficamente, es como mezclar la sobriedad de Interiores (1978) con la filmación nerviosa de Maridos y esposas (1992), ambas de Woody Allen. Sin embargo, esta insólita cinta de Jonathan Demme (sí, el mismo de El silencio de los inocentes y Philadelphia, así como de las divertidas comedias ochenteras Algo salvaje y Casada con la mafia) no es en absoluto una copia del cine alleniano, sino una pequeña joya, un melodrama familiar durísimo y sensible que conmueve y no puede dejar indiferente al espectador.
La historia de una bella modelo junkie, a quien dejan salir de la clínica de recuperación donde está internada, para asistir a la boda de su hermana, resulta en una serie de pequeños eventos que sacan a relucir viejos rencores y terribles traumas. Es una cinta tan incómoda como entrañable, con actuaciones contenidas y momentos de extraña ironía. Anne Hathaway está estupenda en el papel de Kym, la modelo, pero igualmente destacan las actuaciones de Rosemarie DeWitt, Bill Irwin, Debra Winger y hasta Tunde Adebimpe, sí, el vocalista de TV on the Radio.
Aparte del drama de esa familia terriblemente disfuncional, cabe mencionar el retrato de costumbres de algunos sectores de la clase media alta del noreste estadounidense, una sociedad diversa pero integrada, multicultural, tolerante, liberal, pero en la que la doble moral sigue imperando. Todo la escena de la boda es reveladora de esto, con las distintas razas representadas en los sofisticados invitados, muchos de ellos derivados directos o indirectos de la lejana cultura hippie de los años sesenta del siglo pasado.
Rachel Getting Married (2008) es un filme muy bueno, muy interesante y, por supuesto, muy recomendable.
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