Hay una frase, casi al final de Anna Karenina, la película de Joe Wright filmada en 2012, que se me quedó marcada, cuando Vronsky se acerca a una antigua amiga de Anna y le pide que vaya a verla y no se sume a la condena social que la ha aislado de todo y de todos. La mujer responde: "Si Anna hubiera infringido la ley, iría a visitarla; pero ella violó las reglas". Palabras implacables.
Vi la cinta esta noche y soy de aquellos a quienes les gustó (muchos otros la han criticado, incluso con acritud). La muy original puesta en escena (fue filmada en el interior de un teatro y esto incluye escenas tras bambalinas y en los rincones más escondidos del lugar), el guión de Tom Stoppard (que respeta el espíritu de la novela y la adapta de un modo sorprendente y hasta vertiginoso), la fotografía, la ambientación, los vestuarios y las excelentes actuaciones (en especial de Keira Knightley como Anna y Jude Law como Karenin, más un amplio cuadro de actrices y actores espléndidos) hacen de este filme una obra muy disfrutable y reflexiva.
Elegante, contenida, teatral, sutil, suntuosa, extravagante, Anna Karenina me resultó un platillo exquisito, más aún porque estoy leyendo la novela de León Tolstoi (voy justo a la mitad... y ahora ya sé lo que va a pasar en la segunda parte, ni modo). Mención especial para la importancia que le dan Wright y Stoppard a dos personajes maravillosos: Kitty y Levin, interpretados respectivamente por la hermosa Alicia Vikander y Domhnall Gleeson (se dice que Levin era el personaje favorito de Tolstoi, una especie de alter ego). Ellos representan el amor tranquilo y puro, en contraste con la pasión desbordada de Anna y Alexei.
Sé que no es para todos los gustos, pero aún así la recomiendo ampliamente.
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