Para quienes han acusado a La Mosca de ser una publicación nociva, antipatriótica, roñosa y enemiga del rock que se hace en México, al llamarlo rockcito y –el colmo– rockcitito, en esta ocasión hemos querido abrir un relativo paréntesis y mostrar no sólo que somos tolerantes sino que también podemos enseñar una inclinación a la concordia, la armonía y el concepto de amor y paz. Para demostrarlo, tenemos este número septembrino que -en medio de la disputa por la nación que enfrenta a perredistas con panistas, a lopezobradoristas con calderonistas– quiere dar un ejemplo de conciliación. Por ello, en nuestra portada aparece Zoé y en nuestras páginas destacan entrevistas -que nada tienen de tendenciosas– con el propio Zoé, el Abulón y, aunque resulte difícil de creer, con quien muchos consideran que es algo así como un enemigo jurado de La Mosca en lo general y de quien esto escribe en lo particular: el Jaguar mayor, Saúl Hernández (ya alguna vez aclaré en este mismo espacio (La Mosca No. 79) que nada personal tengo contra el creador de “Mátenme porque me muero” y me daría flojera repetir mis argumentos al respecto). Lo anterior no significa que abdiquemos de nuestra vocación crítica o de nuestro afán por el sarcasmo y la provocación. El rockcito es el rockcito y el rockcitito es el rockcitito por las enormes carencias y deficiencias de ambos y por su sempiterna vocación por el infantilismo y el relajo adolescente (así muchos de sus representantes más conspicuos rebasen los cincuenta años de edad). La crítica no está peleada con la tolerancia. Por ello dedicamos este número a la reconciliación sin abdicaciones y a la sana convivencia entre contrarios. Que lo que prive sea el buen humor y no el odio y el revanchismo. Sobre todo a nivel político.
(Editorial "Ojo de mosca" que publiqué en septiembre de 2006, en La Mosca No. 108, cuando pusimos a Zoé -¡ouch!- en la portada).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario