Llámenme blando, clemente, débil, compasivo. Me pasa que no puedo comulgar con aquellos que gustan hacer leña del árbol caído, por más que ese árbol merezca ser derribado por tener las raíces podridas y las ramas devoradas por una plaga devastadora.
Muamar el Gadafi fue uno de los dictadores más cruentos y despiadados de los últimos tiempos, pero no me alegré cuando su salvaje linchamiento fue prácticamente trasmitido por televisión. No creo en el ojo por ojo y me resulta imposible simpatizar con una turba asesina, así esté dando muerte al peor de los criminales. Dexter es una serie de televisión estupenda, pero si se trasladara a la vida real, no me haría muy feliz un “justiciero” que usa los mismos métodos de exterminio que empleaban sus víctimas cuando eran victimarias.
Toda proporción guardada, el caso de Elba Esther Gordillo y la forma como los medios y las redes sociales lo están tratando, me retrata a una masa mediática que, en su festejo por la desgracia de la maestra, se muestra tanto o más envilecida que la presunta delincuente.
No digo que la señora no merezca estar donde está y pagar por lo que hizo. Las pruebas parecen contundentes y el nivel de corrupción que se muestra resulta escandaloso. Pero igualmente escandalosa y lamentable me parece la reacción de tantos opinadores, profesionales o amateurs, que desde la radio, la televisión y los diarios o en facebook y Twitter hacen gala de la clásica doble moral para condenar, desde su púlpito impoluto y altanero, a la villana favorita de México.
La educación en nuestro país está por los suelos y en mucho se debe al poder que ostentó Gordillo a lo largo de un cuarto de siglo. Entre el SNTE y la CNTE han hecho cera y pabilo de nuestros niveles académicos. Urge que esos dos funestos organismos dejen de ser lo que son. Quizá sin la presencia de esos factores, la reforma educativa transite con muchos menos obstáculos. Ojalá así sea, pero ojalá aprendamos a ser una sociedad menos sanguinaria con los caídos, por más siniestros que hayan sido.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario