Lo que pasó en Venezuela entre 1999 y 2013 es digno de una novela como El recurso del método de Alejo Carpentier, Tirano Banderas de Ramón del Valle-Inclán o Maten al león de Jorge Ibargüengoitia. Porque se necesita un escritor de esos tamaños para retratar esa increíble (en el más estricto sentido de la palabra) y fársica puesta en escena que fue la llamada revolución bolivariana (¿qué habría pensado Simón Bolívar de ese mote?). No menciono a Gabriel García Márquez, porque el buen Gabo siempre tuvo una debilidad por los dictadores “de izquierda”, como su amado Fidel Castro. Aunque nadie negará su gran contribución a la literatura sobre los tiranos con su magnífica El otoño del patriarca.
La muerte de Hugo Chávez, aunque ya se esperaba debido al cáncer que padecía, ha cimbrado las estructuras del régimen venezolano actual y lo que se vislumbra en adelante no es precisamente una transición calma hacia lo que venga. Con un sucesor provisional de tan triste personalidad como Nicolás Maduro (al que me imagino más gritando frente a una cámara de televisión: ¡Eeeeeesta noche, en Hechos…!), quien desvaría con alucinadas teorías del complot y anuncia que el cadáver de Chávez será embalsamado al estilo Mao o Lenin, para ser “eternamente” exhibido al público (¿así o más surrealista la cosa?), la situación nada bueno promete. Estamos ante un caso del más delirante realismo mágico que movería a risa, de no ser por la trágica quimera que se le ha impuesto al pueblo de Venezuela desde hace catorce años.
Pero las consecuencias no sólo se verán en la ribera del Arauca vibrador, sino en varios otros países de Centro y Sudamérica, para no hablar de Cuba. Mandatarios como Evo Morales, Cristina Fernández, Ollanta Humala, Rafael Correa, Daniel Ortega o los hermanos Castro (los de la isla caribeña, no los que cantaban “Yo sin ti”) deben estar atacados de pánico por lo que representa para ellos el petróleo que tan generosamente les proporcionaba el dictador venezolano y cuyo futuro se encuentra en veremos.
Las repúblicas bananarianas están tristes, ¿qué tendrán las repúblicas bananarianas?
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).
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