Ilustración: Magú. |
Los columnistas damos la cara y exponemos abiertamente lo que pensamos sobre diversos temas, lo cual nos expone a ser llenados de improperios –una semana sí y la otra también– por muchos de los que no piensan como nosotros y quienes, casi siempre desde la comodidad del anonimato, profieren toda clase de términos ofensivos. Lo sé, es parte del juego y uno se aguanta. Ya cada quién sabe si le afectan o no.
Lo único que yo cuestiono a los que nos lanzan dicterios e invectivas es que siempre utilicen las mismas desgastadas injurias. Porque estos cuates se repiten hasta la náusea y no salen de sus “vendido”, “chayotero”, “lamegüevos”, “pendejo”, “panista”, “priista”, “chuchista” y un no muy largo etcétera.
Como una contribucin al acervo lingüístico de nuestros ofensores, ya se trate de profesionales o de amateurs, les proporciono una serie de insultos perfectamente castizos y que harán más variados y ricos sus denuestos y escarnios. He aquí sólo algunos: arracacho, calilo, merluzo, panarra, lipendi, percebe, zoreco, tontucio, tolondrón, zamacuco, beocio, cazurro, dundo, gaznápiro, atropellaplatos, fuñique, babieca, asnejón, bucéfalo, capullo, samarugo, rácano, suato, papirote, noneco, muérgano, sanano, zolocho, tolete, molondro, carechimba, mamacallos, pirobo, pavisoso, cantimpla, fatulo y cuchara de viernes.
¿Qué tal escribir “este columnista es un panarra” o “¡eres un sanano, un asnejón y un merluzo, so babieca! Digo, les daría alguna originalidad y no se verían tan repetitivos. ¿Cómo la ven, mis queridos gaznápiros?
Nada que agradecer.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario).
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