martes, 7 de junio de 2016

De Antony a ANOHNI

Hace un par de semanas, fue noticia la reunión en Los Pinos entre el presidente Peña Nieto y la comunidad LGBTTTI (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Travestis, Transexuales, Transgénero e Intersexuales) y el reconocimiento de los derechos de estos grupos.
  No deja de ser una feliz coincidencia que, a manera de banda sonora de este hecho, aparezca casi simultáneamente el nuevo disco de quien fuera el cantante, músico y compositor Antony Hegarty, líder del excelente proyecto Antony and the Johnsons, transformado hoy día en una generosa mujer llamada ANOHNI.
  Hopelessness (Secretly Canadian, 2016) es el título del flamante álbum de esta ahora británica y en el mismo se refleja la transformación no sólo física, mental y emocional sino sobre todo musical de la artista.
  Lo que con Antony eran canciones dulces y/o tristes, con instrumentaciones más o menos convencionales (aunque espléndidas) que iban de lo minimalista a lo suntuosamente orquestal, con ANOHNI se ha tornado en temas más desafiantes y desgarrados, con recursos instrumentales que tienen más que ver con la electrónica y con las herramientas sonoras que brindan los estudios de grabación.
  En lo que sí coinciden ambos personajes es en su tendencia al dramatismo y a la belleza, vista ésta desde su lado más profundo. Para ello, la grande y expresiva voz de la hoy cantante resulta perfecta y se refleja en esta colección de once temas cuyas letras tocan asuntos lo mismo ecológicos que políticos, lo mismo pacifistas que de crítica social.
  Musicalmente, las instrumentaciones son frías y en momentos hasta agresivas, con atmósferas inquietantes, creadas con la ayuda de los productores Hudson Mohawke y Oneohtrix Point Never (juro que así se llaman, al menos en la grabación).
  Las canciones son en general demandantes e incluso amargas, aunque dos de ellas (”Crisis” y la homónima “Hopelessness”) se abren a la posibilidad de la ternura y la compasión.
  Una obra apasionada y apasionante, poderosa y con la protesta a flor de piel. Un disco que es casi un manifiesto, pero que evita el panfleto y mantiene una calidad artística incuestionable.

(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)

1 comentario:

Ghostwriter dijo...

Uno de los discos más importantes del año, de los que más he disfrutado, Antony dió la gran "transformación" en este gran disco