domingo, 23 de abril de 2017

Woody Allen y su crisis... en seis escenas



¿Debió entrar Woody Allen al mundo de las series? Para muchos fue un gran error, ya que él mismo confesó que no estaba muy seguro de querer hacerlo. Para otros, se trató de un acierto, ya que –aseguran– las series son la nueva manera de hacer arte a estas alturas del nuevo siglo.
  Luego de ver los seis capítulos que conforman Crisis in Six Scenes (2017), la serie que Allen escribió, dirigió y actuó para la plataforma de televisión por streaming Amazon Prime Video (APV), lo único que me queda claro es que las dos posiciones tienen su parte de razón.
  En 1977, el buen Woody había dicho, por medio de su personaje Alvy Singer en la grandiosa cinta Annie Hall, que la gente de Beverly Hills no tiraba la basura sino que la convertía en programas de televisión. De ese tamaño era su aversión por lo que en esa época se llamaba, desde una postura intelectualoide y un tanto exhibicionista, la caja idiota.
  ¿Qué lo llevo a cambiar si no de opinión si de posición 40 años después? Pudo ser el dinero que le pagaron, ciertamente, o tal vez la curiosidad por adentrarse en un medio de expresión cada vez más gustado, incluso a costa del propio cine tan amado por Allen.
  Pero vayamos a Crisis in Six Scenes. Vi de un tirón los seis capítulos de poco menos de media hora cada uno y mi balance se quedó en un difícil equilibrio intermedio. Me explico: como fan fatal (lo confieso) de la obra cinematográfica y literaria de quien naciera en 1935 como Allan Stewart Königsberg, cuando me enteré de que APV iba a estrenar una serie dirigida por Woody Allen, mi entusiasmo no tuvo límites y cuando el entusiasmo no tiene límites conduce a la creación de enormes expectativas que pueden derrumbarse como un castillo de naipes (sorry por el lugar común).
  Apenas se estrenó en México, hace poco menos de un mes, me dispuse a verla como si de una nueva cinta alleniana se tratara (porque en el fondo eso es: una nueva película del director, sólo que con cerca de tres horas de duración).
  El título es engañoso, ya que jamás discernimos cuáles son las dichosas seis escenas que conforman la serie. Hay seis capítulos, cierto, pero cada uno contiene una buena cantidad de escenas (¿quizá seis? No las conté). No obstante y haciendo caso omiso de ello, estamos ante una historia que se desarrolla a mediados de los años sesenta de la centuria pasada, justo cuando los viejos valores del más tradicional american way of life colisionan con la ideología hippie, el auge de las drogas psicodélicas, la lucha por los derechos civiles, la revolución sexual, la explosión del rock, etcétera.
  La anécdota central se centra en la llegada de una militante radical al hogar de una pareja octagenaria y suburbana de la clase acomodada: los Munsinger. La militante (interpretada por una no del todo convincente Miley Cyrus) ha cometido un crimen y busca dónde esconderse. La casa que elige parecería ser la ideal y no, ya que el matrimonio que la habita reacciona de diferente manera ante su súbita y peligrosa presencia. La esposa, Kay (una estupenda Elaine May), la acoge porque la conoce desde pequeña, mientras que el marido, Sidney (un nervioso Woody Allen), la rechaza desde un principio a partir de su ideología conservadora y su miedo a la autoridad. De aquí surgen la historia principal y todas las historias secundarias (que no contaré para no ser un spoiler).
  Valga decir que las historias secundarias contienen quizá lo mejor de la serie, con personajes muy divertidos, en especial el club de lectura de ancianas (ver foto principal) que se reúne en casa de los Munsinger para leer  a Kafka y luego a Marx y Mao Tse Tung.
  Las referencias de época son muy buenas también, así como la musicalización (¡que esta vez incluye rock!). Lo que parecería faltar es una dosis de enjundia, tanto en la dirección como en la actuación del propio Allen. A pesar de que muchos de los mejores gags los reservó para su personaje (hay frases y diálogos de antología, como siempre), se percibe una falta de convencimiento que no sé si se deba al cansancio lógico por la edad (Woody cumplió 81 años en diciembre pasado) o a que hizo la serie más por compromiso que por vocación. De hecho, el capítulo final, que de algún modo parece ser un homenaje a la famosa escena del camarote de Una noche en la ópera de los Hermanos Marx y que incluye hasta a un par de integrantes del grupo radical negro Black Panthers, no está bien logrado. La idea es muy buena, pero Allen no supo sacarle el suficiente partido a lo que pudo ser una culminación divertidísima de la serie.
  ¿Está en crisis creativa el gran Woody Allen o simplemente no se le dan las series? No tardaremos en saberlo.
  Un apunte final: Crisis in Six Scenes se inscribe en un repentino auge de las series que tienen como tema la década de los años sesenta del pasado siglo y cuyo único antecedente exitoso era la genial Mad Men. Hoy día, pueden verse Aquarius (que acaba de estrenar Netflix, serie policiaca sobre el surgimiento de Charles Manson, con David Duchovny en el papel de un curioso detective) y las excelentes American Playboy (The Hugh Hefner Story) (que como su nombre lo dice, narra la historia del fundador de la revista Playboy, entremezclando ficción con documental), An American Girl Story – Melody 1963: Love Has to Win (la historia de una niña afroamericana llena de optimismo y fantasía y cómo desde su perspectiva infantil contempla los problemas raciales y los inicios de la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos) y Good Girls Revolt (la cual cuenta la rebelión de un grupo de reporteras y redactoras de la revista News of the Week, quienes en 1969 pelean por ser reconocidas y aparecer en los créditos de la publicación, hasta entonces sólo signada por periodistas hombres), las tres últimas producidas y transmitidas por Amazon Prime Video.
  Todo un banquete para los diletantes de las buenas series.
 
(Publicado hoy en "El ángel exterminador" de Milenio)

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