martes, 1 de abril de 2008
Ella, en el primer día de abril
Veinte largos y exactos días transcurrieron desde la última vez que nos vimos. Su ausencia coincidió con los momentos difíciles que he pasado, a partir de la decisión de Editorial Toukán de dejar de publicar "La Mosca en la Pared". Me hizo falta tenerla cerca durante este tiempo, aunque he podido contar con la presencia y el apoyo de mucha y muy querida gente amiga. Pero extrañé su presencia, su compañía, su gracia, su desparpajo, su simpatía, su forma de hacerme reír y sonreír. Hoy estuvo de nueva cuenta en mi casa, así fuese por apenas un par de horas que se me fueron como agua. Pero la disfruté sobremanera. Platicamos, nos actualizamos, me contó cómo le fue en el lugar donde pasó sus días de vacaciones sin poderlas gozar en absoluto, aunque le hayan generado algún beneficio monetario. Yo sólo espero que la experiencia le sirva para recapacitar y para pensar en que eso que padeció puede ser el futuro que la aguarde, si no reacciona a tiempo y si permite que las cosas sigan como van. Ojalá de veras lo medite y no cometa un error que podría costarle muy caro. Ya cierta persona empezó a mostrar el cobre –algo que yo ya sabía que iba a suceder- y tengo esperanzas de que ella se dé cuenta y tenga la inteligencia y el valor para detenerse y no encerrarse en un círculo infernal del cual le va a costar salir. Yo por desgracia no me puedo inmiscuir en el asunto, sólo imploro para que se salve. En fin, fuera de eso, una tarde muy placentera para mí y para ella también. Mención aparte merece ese ligero vestido que llevaba puesto y que la hacía lucir preciosa.
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