domingo, 14 de septiembre de 2008

París, día 6 (Un domingo en Versalles)


Domingo parisino. Nos levantamos muy temprano y desayunamos en el cuarto (pan, yogurt, queso brie, jugo –artificial- de naranja). Con ciertos trabajos en los transbordos metro-RER, pero llegamos a Versalles al mediodía. Luego de hacer enormes y lentísimas colas (había un gentío bárbaro), como a las dos pudimos al fin tener acceso al gran palacio de los Luises.

Ciertamente se trata de un lugar suntuoso, pero la cantidad de turistas hacía complicado apreciar los cuadros, las esculturas, los muebles, la arquitectura. Fueron como dos horas ahí adentro. Luego decidimos entrar a los jardines (otro pago), donde había más parisinos que turistas (qué bueno) y realmente gozamos de tan espectacular e inmenso escenario. Fuentes, prados, estatuas y al fondo el lago artificial donde la gente va a remar, a tomar el sol y a darle de comer a los patos. La tarde era soledad y diáfana. Vaya vida que se daba la realeza gala.

Tomamos muchas fotos, nos tomamos otras cuantas y nos comimos un helado delicioso. Una niñita francesa se acercó a preguntarme algo y no saben qué criatura más divina. Amo a esas petite fillles maravillosas y dulcísimas (qué bonito hablan, mon dieu) que despiertan aún mi ilusión por tener una hijita.

Cansados pero contentos, salimos de Versalles para regresar en RER y bajar en la Tour Eiffel. Eran las seis de la tarde. Comimos en una deliciosa (aunque muy cara) brasserie cercana a la torre y regresamos a ésta, ya de noche, para fotografiarla iluminada en todo su esplendor nocturno. Finalmente, regresamos en metro (líneas 6, 2 y 3) al hotel. Escribí en mis notas de viaje: “A pesar de haber sido un día excelente, sigo extrañando sin embargo a la Pau de antes, a la Pau de siempre”.

2 comentarios:

Sonic Reducer dijo...

La "Pau de siempre" no fue contigo porque allá, sola, sin la robustecedora sombra del noviecito y expuesta a los afanes de un enamorado que no ha sabido verla como ser humano, sino como princesa, tuvo que andar todo el tiempo a la defensiva. La próxima vez, cuando una niña te proponga hacer un viaje juntos, acuérdate del amargo sabor que te dejço esta experiencia y dile que no viajas con caguengues, sino con mujeres pares. Ya puedo prever, y lo lamento, la sensación de cruda moral cuando llegaste al aeropuerto de París para regresar a este pueblo bicicletero.

Creo, y lo digo sin ganas de joder, que necesitas una visita a terapia, pues finalmente todos tus sentidos y tu estado anímico dependían de los mohínes y palabras de una chavita experta en manipular a su anfitrión.

Ojalá en breve te rías de todo lo vivido allá y mandes a P a la Ch.

Su Satánica Majestad dijo...

jajajajajajaja, "a la ch", jajajaja