jueves, 19 de enero de 2012

Yo tenía cincuenta rarámuris

¿Qué tan fáciles de embaucar son las buenas conciencias? ¿Qué tan sencillo es hacer que se traguen lo que sea, así se trate de lo más inverosímil, siempre y cuando vaya de acuerdo con su corrección política?
  Basta con que un señor aparezca en un noticiario del Canal 28 de Chihuahua y se le ocurra narrar la historia de unos indígenas rarámuris, quienes desesperados por el hambre y las heladas, en exacta cantidad de cincuenta, se arrojaron a un barranco. Alguien sube el video de tan dramática declaración a Twitter, Facebook y You Tube y sin cuestionar cosa alguna, miles de internautas lo dan por hecho y corren la voz, en las redes sociales, del suicidio masivo de medio centenar de tarahumaras.
  Pero, ¿dónde sucedió eso, en cuál comunidad, en cuál barranco, cuáles son los nombres de los muertos, en dónde están sus restos? ¿Cómo sabemos que se trata de un testimonio real? Nadie lo ha documentado hasta el momento y al parecer, nadie lo hará. Porque si se hubieran producido esos suicidios, sería ya un escándalo de resonancia mundial. Pero a millares de tuiteros y feisbuqueros no se les ocurre averiguar cosa alguna. En su mundo de buenos y malos, se tiene que creer como un dogma en la iniquidad de los gobernantes. Si alguien asegura que cincuenta rarámuris se quitaron la vida, tiene que ser verdad. ¿Por qué? Porque sí, porque el gobierno es perverso… y se acabó.
  Resulta irrebatible que en amplias zonas del país existe una enorme pobreza y que esta situación se ha agudizado por la sequía y las heladas. Es claro que urge atender el problema. No sólo en la región tarahumara, también en todo el estado de Chihuahua, en Durango, en Coahuila. Pero si se organizó una ayuda urgente (y al parecer efímera) para los rarámuris no fue por esa sequía y esas heladas, sino por los cincuenta “hombres y mujeres” que se suicidaron en masa…, aunque esto, al parecer, jamás sucedió.
  Qué bueno que haya buenas conciencias, qué bueno que tengan alma altruista y quieran ayudar a los necesitados, pero qué malo que esas buenas conciencias sean tan ingenuas y tan manipulables.

1 comentario:

John Himself dijo...

El gran problema de las personas es que están tan obsesionadas con separarse de lo bueno y lo malo que cualquiera con un acceso a los medios puede decirle lo que sí es correcto y lo que no es, y si es un medio o comunicador (tuiteros, bloggers, etc) con un nivel no tan masivo, mayor credibilidad tienen. Como si el hecho de no ser tan famoso te diera la verdad absoluta por ser un ''profeta'' entre los ''ordinarios''.

Verificar la autenticidad de un hecho es un trabajo que implica investigar, moverse de lugar y arriesgarse algunas veces. Proceso que da flojera, invierte tiempo y que no gratifica monetariamente. Así que una noticia de dudosa veracidad o una historia lacrimógena pero nada relevante en la tv e internet pueden ser el motivo de que los buenos corazones se conviertan en corazones vendictivos.
Pero así es como se le llega al mexicano, por el lado sentimental pero nunca por el racional, protestar sin averiguar o documentarse, ser punitivos; la condena rápida e inmediata como la salida más fácil. Porque las personas quieren culpables y exigen castigos severos.

Nadie niega lo penoso de la pobreza a lo largo y ancho del país, que hay gente que necesita ayuda, pero la mayoría parecen mudos e indiferentes hasta que la tv y los medios les dicen como deben sentirse al respecto. Los bien intencionados sólo son niños jugando a policías y ladrones, los buenos y los malos.