Por otro lado, Dickens fue un autor que se inclinó mucho por el melodrama. Acusado de sentimentalista por contemporáneos suyos como Oscar Wilde, Virginia Woolf y Henry James, el buen Charles apostó siempre por una literatura basada en el realismo y con buenas dosis de crítica social, pero aderezada siempre con ciertas concesiones que hoy llamaríamos telenoveleras, todo con el fin de atraer a lectores más allá de los pocos cultos exquisitos de la época victoriana. Esto no significa que su escritura resultase vulgar o facilista. Por el contrario, su estilo fue siempre impecable y si le perdonamos algunas cursilerías, sigue siendo perfectamente actual. No en balde es hoy, a dos siglos de distancia de su nacimiento, uno de los escritores más publicados del mundo y sus principales novelas se continúan leyendo con gusto.
Charles
John Huffam Dickens vio la primera luz en Portsmouth, Inglaterra, el 7 de
febrero de 1812. Hijo de un burócrata que trabajaba para la marina británica,
la familia pronto se mudó a Chatham, en Kent, y más tarde a Camden, en Londres,
lugares donde transcurrieron la infancia y adolescencia del pequeño Charles y
donde, gracias a su innata capacidad de observación, conoció a mucha de la
gente que más tarde se convertiría en parte de sus personajes más emblemáticos.
Buen lector
desde niño, gozaba de las novelas picarescas de algunos autores populares de la
época. Sin embargo, serias dificultades económicas hicieron que de pronto se
viera obligado a trabajar. Su padre fue encarcelado por diversas deudas
económicas y la familia se instaló con él en la cárcel de Marshalsea (algo que
se permitía en ese tiempo). Aún era menor de edad cuando debió dejar la escuela
y trabajar jornadas de diez horas diarias en una fabrica de grasa para zapatos.
Ahí conoció las terribles condiciones en que laboraban los obreros, algo que lo
marcaría de por vida, como escritor y como ser humano.
Fue hasta
1828 que pudo cambiar de giro y empezó a fungir como reportero, algo que no
sólo le permitió conocer otros aspectos de la realidad londinense sino que le
hizo descubrir y consolidar sus capacidades para la escritura. Sus reportajes
tenían un cariz literario que comenzó a convertirlo en un periodista sumamente
popular. Fue entonces que empezó a escribir relatos novelados en partes, para
las páginas de diversos diarios. Los iba haciendo sobre la marcha y mucha gente
que no tenía dinero para comprar libros lo leía con fruición; así, Dickens
terminó por convertirse en una auténtica celebridad.
Entre las
narraciones que se publicaron por entregas están algunas tan célebres como Los
papeles póstumos del Club Pickwick, Tiempos difíciles, Nicolás Nickleby y las
clásicas Oliver Twist y Canción de Navidad. Más tarde, las novelas eran
publicadas en forma de libro con tanto o mayor éxito, cosa que sucedió asimismo
con la que para muchos críticos es su obra maestra, publicada en segmentos en
1849 y como libro un año más tarde: la monumental David Copperfield, su trabajo
favorito. “De todos mis libros, éste es el que me gusta más. Como muchos
padres, tengo un hijo favorito, un hijo que es mi debilidad. Este hijo se llama
David Copperfield”, escribió en 1850, en el prólogo del libro.
Convertido
en un hombre famoso no sólo en Inglaterra sino en toda Europa, los Estados
Unidos y otras partes del mundo, a partir de la publicación de David
Copperfield su salud comenzó a deteriorarse, a pesar de que aún no cumplía los
cuarenta años. Presiones familiares, incluido su divorcio en 1858, sólo sirvieron
para empeorar las cosas. Aun así, en los años siguientes escribió algunas de
sus mejores novelas, muy especialmente Historia de dos ciudades y Grandes
esperanzas.
Charles
Dickens falleció en 1870, víctima de una apoplejía. Por órdenes reales, fue
sepultado en la Esquina de los poetas de la abadía de Westminster. Su obra
continúa vigente y sigue siendo un escritor muy leído a doscientos años de su
nacimiento. ¿Qué mejor homenaje puede haber que ese?
*Publicado hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario. La ilustración es del gran Eduardo Salgado.
*Publicado hoy en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario. La ilustración es del gran Eduardo Salgado.
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