difíciles de encontrar o sus dueños, locutores, reporteros,
eran esnobs, arrogantes o si no impostores. Ahora, cuando la
comercialización ha dañado tanto al rock, en La Mosca uno encuentra cuando
menos un sustituto de lo que apenas se asoma en las disquerías o en las
estaciones de radio. Sólo habría que domesticar su lenguaje muchas veces
disfrazado de proletariado, pero tampoco es una exigencia.
Eduardo Mejía
(Publicado originalmente en La Mosca No. 82, febrero de 2004, número del décimo aniversario moscoso).
1 comentario:
Hola Don Hugo: Me habría gustado ser uno de esos criminales de lesa mosquedad.
Publicar un comentario