sábado, 8 de septiembre de 2012

¿… y el estallido social, apá?


A estas alturas de la microhistoria, yo esperaba que la ciudad estuviese tomada por decenas de miles de rebeldes armados, que el Palacio Legislativo ardiera en llamas, que la sede del PRI yaciera en ruinas, que Reforma padeciera otro revolucionario plantón y que Palacio Nacional hubiese sido bombardeado (al menos a jitomatazos).
  Para estos momentos, yo veía al inefable AMLOver convertido en presidente legítimo por segunda-ocasión-segunda y ya instaladazo en Los Pinos, a los comandantes Monreal y Zambrano como mandamases de todas las zonas militares, a la comisaria Sheinbaum encerrando en los reclusorios a todo antipejista contrarrevolucionario que se cruzara en su camino y a la compañera Aristegui como flamante vocera del nuevo gobierno de izquierdas.
  Yo imaginaba que para hoy, sábado 8 de septiembre de 2012, La Jornada y Proceso serían los únicos medios periodísticos permitidos como órganos oficiales del régimen progresista, mientras que El Universal, La Razón, Excélsior, La Crónica, Radio Fórmula y, por supuesto, Televisa y Milenio ya habrían sido clausurados y sus opinadores debidamente puestos tras las rejas por las milicias juveniles y moralizadoras del #Yo Soy 132.
  O sea, ¿qué diantres sucedió con el estallido social, si ya era prácticamente un hecho y sus profetas habían realizado la crónica de un levantamiento anunciado? ¿Dónde están las huestes del pueblo bueno e indignado que desde el México bronco arrasarían con los enemigos de la democracia y llevarían a la presidencia al Tata Obrador?
  Me siento decepcionado, porque yo esperaba escribir, desde la clandestinidad, una crónica literaria tipo Diez días que estremecieron al mundo de John Reed y nada. El famoso estallido social quedó peor que globito desinflado.
  Falta ver qué propone Andrés Manuel mañana en el Zócalo, aunque ya adelantó que sólo propondrá una resistencia civil pacífica. Nada de estallido social, pues. Quizá les diga a los suyos, mientras señala al Palacio Nacional: “Mijos: algún día, todo esto será suyo” y no faltará alguno que le pregunte: “¿… y la Cheyenne, apá?”.

(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)

2 comentarios:

Antonio Martínez dijo...

Conociendo las ínfulas fascistoides del oriundo de Macuspana, rayaba en lo lógico. Saludos Don Hugo.

Arturo Pérez Morán dijo...

Y si hubiera pasado que estarías escribiendo? A final de cuentas eres un rábano: rojo por fuera y blanco por dentro.