A estas alturas de la microhistoria, yo esperaba que la
ciudad estuviese tomada por decenas de miles de rebeldes armados, que el
Palacio Legislativo ardiera en llamas, que la sede del PRI yaciera en ruinas,
que Reforma padeciera otro revolucionario plantón y que Palacio Nacional
hubiese sido bombardeado (al menos a jitomatazos).
Para estos
momentos, yo veía al inefable AMLOver convertido en presidente legítimo por
segunda-ocasión-segunda y ya instaladazo en Los Pinos, a los comandantes
Monreal y Zambrano como mandamases de todas las zonas militares, a la comisaria
Sheinbaum encerrando en los reclusorios a todo antipejista
contrarrevolucionario que se cruzara en su camino y a la compañera Aristegui
como flamante vocera del nuevo gobierno de izquierdas.
Yo
imaginaba que para hoy, sábado 8 de septiembre de 2012, La Jornada y Proceso
serían los únicos medios periodísticos permitidos como órganos oficiales del régimen
progresista, mientras que El Universal, La Razón, Excélsior, La Crónica, Radio
Fórmula y, por supuesto, Televisa y Milenio ya habrían sido clausurados y sus
opinadores debidamente puestos tras las rejas por las milicias juveniles y
moralizadoras del #Yo Soy 132.
O sea, ¿qué
diantres sucedió con el estallido social, si ya era prácticamente un hecho y
sus profetas habían realizado la crónica de un levantamiento anunciado? ¿Dónde
están las huestes del pueblo bueno e indignado que desde el México bronco
arrasarían con los enemigos de la democracia y llevarían a la presidencia al
Tata Obrador?
Me siento
decepcionado, porque yo esperaba escribir, desde la clandestinidad, una crónica
literaria tipo Diez días que estremecieron al mundo de John Reed y nada. El
famoso estallido social quedó peor que globito desinflado.
Falta ver
qué propone Andrés Manuel mañana en el Zócalo, aunque ya adelantó que sólo
propondrá una resistencia civil pacífica. Nada de estallido social, pues. Quizá
les diga a los suyos, mientras señala al Palacio Nacional: “Mijos: algún día,
todo esto será suyo” y no faltará alguno que le pregunte: “¿… y la Cheyenne,
apá?”.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
2 comentarios:
Conociendo las ínfulas fascistoides del oriundo de Macuspana, rayaba en lo lógico. Saludos Don Hugo.
Y si hubiera pasado que estarías escribiendo? A final de cuentas eres un rábano: rojo por fuera y blanco por dentro.
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