¿Quién decide lo que es bueno o lo que es malo en asuntos musicales? Hace poco, la estación de frecuencia modulada Reactor decidió programar una cancioncita de un grupo desconocido de Guadalajara llamado Porter. A fuerza de repetirlo una y otra vez, el tema (“Espiral”) se convirtió en un éxito y la banda se volvió de súbito famosa y hasta participó en la más reciente edición del festival Vive Latino. Si uno escucha con atención esa pieza, la verdad es que resulta una composición bastante malita. Se trata de una mala copia de los Caifanes, una canción plañidera en la cual el vocalista se empeña en imitar a Saúl Hernández y ya. ¿Por qué llegó a ser exitosa? No por su calidad intrínseca, sino porque fue difundida una y otra y otra vez a través de las frecuencias radiales. En eso basó su gran aceptación: en la mera repetición ad nauseam. No se trata por supuesto de un fenómeno novedoso. Así funcionan y han funcionado muchos “sencillos”. Se les repite hasta que logran penetrar en el consciente y el inconsciente de los escuchas y éstos –en su mayoría una masa manipulable y pasiva- lo aceptan y lo consumen sin la menor defensa crítica. Lo anterior tiene que ver con otra faceta de quienes deciden lo que la gente debe escuchar. Sé del caso de una disquera de las llamadas independientes que va a lanzar a una estupenda compositora y cantante, pero le pidió que varíe “un poco” sus canciones para hacerlas más comerciales y que sean aceptadas en la radio. Conozco algunos de esos temas –cualquiera de ellos muy superior a “Espiral” de Porter– y creo que tal como fueron concebidos podrían gustar a la gente, si se permitiera que llegaran a sus oídos. Pero no: unos ejecutivos deciden que son especialistas y que saben lo que el público quiere o necesita oír. Es por ello que el blues, por ejemplo, no se difunde en los medios: porque no es “comercial”. Una verdadera estupidez, cuando me consta que en México hay un gran gusto y una amplia recepción por esa música. Estoy cierto de que si tomáramos una canción de la artista de quien hablaba líneas atrás y la tocáramos varias veces al día en Reactor o cualquier otra radiodifusora de rock, también se convertiría en un éxito. Pero no será así, porque dependemos de las preferencias de los programadores. El gusto de millones de escuchas está en manos de un puñado de supuestos expertos. Por eso tanta buena música permanece oculta y tanta porquería se difunde alegremente. Por eso la mediocridad sigue siendo la reina que domina de manera absolutista y aplastante. Qué desgracia.
Editorial "Ojo de Mosca" que escribí para la revista La Mosca en la Pared No. 100 y que apareció en enero de 2006.
3 comentarios:
Mi admirado H G Michel, grandes recuerdos me enbargan cuando re-leo tus articulos, especialmente los de "La Mosca" revista con la cual crecí, tanto de dad, como mentalmente y sobre todo en gustos, gracias a todo tu equipo conoci bandas, historias, canciones, discos, y anecdotas. La cocina del alma, La nueva musica clasica, etc.
"La Mosca" sigue siendo parte de mi coleccion y mis gustos, se extraña bastante, por eso el poder leerte a traves de tu blog o el diario es reconfortante. Suerte y sigue como siempre
Señor Hugo:
Mi mente y mi corazón se llenan de nostalgia y más porque tuve que resgaudar mis revistas de los grillos.
Recuerdos, recuerdos... snifff!!!
Publicar un comentario