En lo personal, puedo decir que 2013 fue para mí un estupendo año, muy especialmente por el regreso, después de cinco años y cuatro meses, de mi querida hija, la Mosca (ya sin el apellido “en la pared” y con otra editorial). La revista ha sido recibida de manera entusiasta y eso es algo que me llena de contento. Fue el año también en el que mi hijo Jan, quien cumplió veintisiete años, se fue a radicar un tiempo a China, con su amada Liza, y mi hijo Alain, quien cumplió treinta y uno, se mudó con su amada Hallet, al fin a su propio y anhelado departamento.
Año de buena salud (salvo un par de gripitas por ahí), mucho trabajo (sigo colaborando felizmente en Milenio Diario, Nexos, Marvin, Laberinto y Este País) y mucho amor de la gente que amo: mis hijos, mis familares, mis amigas. De estas, me mantuve cerca de las más entrañables y conocí a otras con las que se ha ido construyendo una bella amistad.
Mi mamá cumplió noventa y un años y sigue perfectamente sana. Volví a ver después de cerca de treinta años a mi amigo de infancia, Alejandro González Rubín, con quien tuve una cena familiar muy agradable en nuestro mutuo Tlalpan. Con mis hermanas todo bien: ambas se mudaron de casa al finalizar el año, las dos para mejorar notablemente su calidad de vida. Con Rosa todo bien también.
Por cierto que en cuestiones de salud, en mayo me sometí al arreglo de mi hueso Atlas y a partir de entonces los dolores de espalda que tanto me molestaron en 2012 disminuyeron hasta ser casi nulos (los de cuello desparecieron como por arte de magia). No me cansaré de recomendar al doctor Ignacio Martínez y su método de salud. La compra de un nuevo y necesarísimo colchón ha ayudado a que mi espalda esté ya como si nada.
Entre los fallecimientos de gente cercana, debí lamentar el de mi tía Esperanza (hermana mayor de mi papá), el de don Federico Cantú (padre de mis amigos-hermanos Adolfo y Fede) y el del buen Gustavo García, gran crítico de cine que llegó a colaborar conmigo en la Mosca; no había entre nosotros, por cierto, parentesco alguno. Otro antiguo colaborador que partió -aunque él lo fue en Natura, en los años ochenta- es el caricaturista Manuel Ahumada.
Se cumplieron veintidós años de la muerte física de mi papá (quien justo hoy habría cumplido los noventa y tres), tres de la de Sergio y cinco de la Jorge, aunque los sigo sintiendo muy cercanos.
Un deceso muy doloroso fue el de mi amiga Mariana A., quien desapareció de manera trágica y totalmente inesperada, siendo muy joven aún. La última vez que charlé con ella, en noviembre, por el chat de facebook, me pidió que le consiguiera una playera de la Mosca. Ya no pude dársela.
Viajes sólo realicé uno, a Torreón y Saltillo, para impartir mi curso “Historia crítica del rock mexicano” y presentar la revista en el marco del Festival RoCkoahuila. También di un curso en septiembre, sobre crítica de discos, en el Centro Cultural Woody Allen, el cual cerró sus puertas a finales de año, por problemas económicos. Al parecer, la idea es que regrese pronto, en algún otro local. Espero que así sea.
En fin, un año agridulce, con sus altas y sus bajas, un año que he llamado de transición, ya que espero un 2014 aún mejor, no sólo para mí, sino para toda la gente que amo y que quiero. Un año mejor para mi país también.
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