En lo político, para nuestro país el 2013 fue un año de siembra. Cierto que no podemos estar contentos con el casi nulo crecimiento económico o la permanencia de la inseguridad y la violencia que fueron sellos terribles del año que acaba de irse. Sin embargo, nos gusten o no los resultados, la clase política mexicana hizo algo que durante más de quince años no había hecho: se puso de acuerdo y sacó adelante una serie de reformas estructurales que México requería desde 1997, si no es que antes.
Trienios iban y venían y las diversas legislaturas no hacían sino bloquear cualquier iniciativa que buscara cambiar las anquilosadas estructuras sobre las cuales hemos vivido estos tres lustros. La generación del no, como la llama mi querido Ciro Gómez Leyva. Pero en 2013 se operó el milagro y al parecer surgió la generación del sí: los principales partidos políticos dejaron de obstaculizarse y en un hecho prácticamente inédito, de una u otra manera aprobaron todas las reformas propuestas por el nuevo gobierno, mismo que demostró una habilidad política que muchos no esperaban y gracias a la cual el país de 2014 es ya otro distinto al del periodo 1997-2013. Para bien o para mal (depende el color del cristal con que se mire y depende también de cómo se instrumenten las reformas), pero México es otro y lo irá siendo cada vez más de ahora en adelante.
Los cambios no se notan aún, por supuesto. En la práctica se irán viendo a mediano y largo plazos. No obstante, el hecho de haber roto mitos y tabúes, como el sacro principio de la no reelección (en la reforma política) o la posibilidad de la inversión privada en Pemex (nuestra gran vaca sagrada en camino de ser nuestro gran elefante blanco), representa un paso tan dramático como sustancial.
El país necesitaba echarse a andar y en 2013 se dio el banderazo de salida. A qué velocidad avanzará y si lo hará por el rumbo correcto, lo iremos atestiguando paso a paso. Pero contra viento y marea, hoy el gobierno y la clase política pueden decir, muy galileamente (y no por la Montijo sino por el Galilei): “… y sin embargo se mueve”.
(Mi columna "Cámara húngara" de hoy en Milenio Diario)
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