Cuando era yo muy niño, por allá a principios de los años sesenta, se utilizaba mucho la expresión “rebeldes sin causa”, para definir a jóvenes vagos y pandilleros, enchamarrados, enmezclillados, envaselinados, con cadenas y botas de charol que gustaban del rocanrol. Esto era por supuesto un estereotipo que el cine mexicano explotó hasta la náusea con películas moralistas y maniqueas, en las que los “rebeldes” eran siempre malos pero redimibles.
¿Era entonces el rock nacional primigenio una manifestación de rebeldía contra el sistema? Nada más lejos que eso. En México, el rock n’ roll nació en la segunda mitad de los años cincuenta, primero como una mera imitación de músicos adultos (como la orquesta de Pablo Beltrán Ruiz y similares) de lo que se hacía en los Estados Unidos y luego, cuando lo rescataron los jóvenes, fue más que nada interpretado por chavos de la clase media alta, con el poder adquisitivo suficiente como para comprar los caros instrumentos musicales que se necesitaban. Además, en su mayoría se dedicaron a adaptar los éxitos de gente como Chuck Berry, Jerry Lee Lewis, Ricardito y Elvis Presley, con letras en español, y las composiciones propias fueron tan notables como escasas. El grito más rebelde y provocador de esos años fue del cantante de los Locos del Ritmo, Toño de la Villa, y decía: “yo no soy un rebelde sin causa, ni tampoco un desenfrenado, yo lo único que quiero es bailar rocanrol y que me dejen vacilar sin ton ni son”. Nada como para poner a temblar al “sistema”.
Tal sería el destino del rock que se haría en nuestro país a lo largo de las décadas siguientes. A fines de los sesenta y durante los setenta, por ejemplo, los rocanroleros y la izquierda estuvieron más que divorciados, ya que ésta tendía más hacia la llamada música latinoamericana y consideraba al rock como una manipulación perversa del “imperialismo yanqui” para enajenar a la juventud mexicana, etcétera.
Las cosas cambiarían diez años más tarde, mas sólo en apariencia, cosa que veremos en la tercera y última parte de esta serie.
(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)
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