domingo, 11 de noviembre de 2007

Un domingo perfecto


No estoy seguro, pero creo que es el primer domingo que paso con P. Llegó a mi casa a las doce y en seguida nos lanzamos –metrobús y taxi mediante- hacia el centro de Tlalpan, mi muy cambiado pueblo natal, el cual quería mostrarle a mi adorada niña desde hace mucho tiempo. Ella no lo conocía y lo disfrutó mucho. Primero caminamos por el zocalito y su quiosco, entramos al atrio de la iglesia de San Agustín y visitamos el llamado Museo de Historia de Tlalpan, donde había una exposición de un artista plástico (es un decir) bastante chafita. Dimos la vuelta a la manzana flanqueada por Congreso, Galeana y Magisterio Nacional (donde le enseñé a P la casa en la cual pasé catorce años de mi infancia y adolescencia: 1960-1974). Caminamos hasta Hidalgo y de ahí al centro otra vez. Nos compramos un helado en La Michoacana y nos sentamos a comerlo y a platicar muy rico en una banca del parque central. De ahí a comer deliciosamente en uno de los restaurantes de Los Portales (ella, sopa de cebolla y canelones; yo, sopa de lentejas y ravioles). Luego, un cafecito y un pastelito de chocolate compartido en El Café de la Selva. Bajamos por Madero hasta San Fernando (al llegar a esa esquina nos topamos con un viejo amigo mío de principios de los setenta, Memo Jara, a quien saludé con gusto -hacía más de treinta años que no nos veíamos y ¡él estaba enterado de que estoy escribiendo mi tercera novela!) y nos adentramos en la colonia Toriello Guerra, para que P conociera el Parque Morones, lugar donde me reunía con mis cuates en el periodo 1969-1973 y donde me enamoré perdidamente de Irma Larios (ella tenía trece años y yo quince y mi amor platónico duró tres años y noventa y un canciones compuestas para ella). Dimos la vuelta al parque, tomamos por Cuauhtémoc hasta Coapa y Tesoreros, esquina donde se encuentra la casona de mis difuntos abuelos (La Quinta Guadalupe). Ahí nos encontramos con mi prima Marcela y aunque no entramos, nos asomamos para ver el jardín y le tomé a P unas fotos frente a la verde reja (ver).

Por último, emprendimos por Juárez hasta Hidalgo (vimos mi querida Secundaria 29) y ahí tomamos un taxi hacia la estación Ciudad Universitaria del metro. Acompañé a P hasta la estación Tlatelolco y a dejé a las cinco y media de la tarde. Regresé por la misma vía hasta Eugenia y, taxi mediante, llegué aquí a las seis y pico. Fue una tarde espléndida, transparente, soleada, luminosa, maravillosa, perfecta, en la compañía de mi cada vez más amada P.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Paulina Sánchez es su nombre.

Anónimo dijo...

Creí que estaba alucinando pero no..este texto esta repetido jeje.
Saludos Hugo.
Graciela

Hugo García Michel dijo...

Pues no, anónimo, no es ese su nombre (ey, deberías dar tu nombre).

Hola, Graciela: ¿por qué dices que el texto está repetido?

Hugo García Michel dijo...

Bueno, claro, el 26 de agosto fui con Míriam a Tlalpan e hicimos un recorrido turístico-histórico-personal muy parecido.

Anónimo dijo...

A que si, yo no se por que te esmeras tanto en tapar los nombres, como sia ella le importara tano. Tal vez al que si le importa de verdad es a ti. y si es su nombre, yo fui con ella en l a escuela.

Anónimo dijo...

jeje tienes razón Hugo, es una crónica muy similar.
Ups! y yo que me autoproclamo fan de tu blog, pensé que había descubierto que lo repetías jeje.
SALUDINES

Graciela

Hugo García Michel dijo...

Es curioso, pero yo no conozco a una sola Paulina Sánchez.