viernes, 24 de septiembre de 2010

La muerte de las moscas


Tuve miedo cuando en otoño, después de las primeras heladas, venían las moscas a las habitaciones y todavía se reanimaban con el calor. Estaban muy aturdidas y se asustaban de su propio zumbido; se veía que ni ellas sabían ya lo que hacían. Permanecían inmóviles durante horas y se dejaban estar, hasta que caían en la cuenta de que vivían aún; entonces se arrojaban de modo ciego a cualquier parte y no comprendían lo que querían y se les oía volver a caer más lejos, en un sitio y en otro, y por fin se arrastraban por todas partes y cubrían lentamente con su muerte a toda la habitación.

Rainer María Rilke, Los cuadernos de Malte Laurids Brigge.

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