lunes, 20 de septiembre de 2010

Sergio (II)


En la madrugada llegaron Viridiana y Enrique Alejandro, los hijos de Sergio, desde San Luis Potosí y Guanajuato, respectivamente. Con ellos venía Guadalupe, su mamá, y la única esposa que mi hermano tuvo en su vida. Fue un momento muy doloroso para todos. Ahí seguimos los pocos que estábamos, hasta que amaneció.
  A las nueve de la mañana fui con Myrna a ver a mi mamá a su casa y me tocó darle la terrible noticia. Sobra decir cuál fue su reacción. Intentamos tranquilizarla y lo logramos hasta donde era posible. Se bañó y se arregló. Ivette llegó y juntos nos dirigimos al velatorio, donde se produjo otro momento muy duro, pues mi mamá quería ver el cuerpo, pero no fue posible que se abriera el féretro.     A lo largo del día fue llegando ahora sí más gente; tal vez no toda la que Sergio merecía, pero sí la suficiente como para llenar el lugar de amor y melancolía. Amigos, parientes, gente de prensa. Ahí estaba Eduardo Talavera, su gran amigo desde la infancia, quien al enterarse del deceso, abordó en seguida un autobús en San Cristobal de las Casas, donde vive desde hace muchos años, y viajó cerca de veinte horas para estar cerca de su hermano. También estaban varias de las amigas de Sergio, desde las que lo conocieron en los años setenta hasta algunas de las que viajaron con él a Chiapas la semana pasada. Enrique Alejandro quiso celebrar una especie de ritual budista en honor de su padre y fue un momento muy emotivo, a pesar de que mi mamá, desde su catolicismo a ultranza, no comprendía el por qué de la ceremonia.
Denisse llegó pasadas las tres de la tarde y fue para mí una gran compañía. Su apoyo incondicional y tan lleno de amor resultó invaluable. Ayer también vino, para estar a mi lado varias horas. Es maravillosa.
  Cerca de las cinco de la tarde, se llevaron el ataúd para la cremación. Sólo una parte de los presentes acudió. Yo preferí no hacerlo y regresé a casa, acompañado por Denisse, quien permaneció conmigo hasta la noche.
  Sergio es ahora un recuerdo, un sin fin de imágenes y sentimientos que se agolpan en mi mente y en mi corazón y que tendré que ir ordenando poco a poco. Pronto me reuniré con sus hijos y con mis hermanas para tomar determinaciones que tienen que ver con el destino y la difusión de su obra (aunque él la donó a la Universidad Nacional Autónoma de México) y con todo lo que dejó pendiente. Aún no me cabe en la mente que él ya no esté. Parece algo imposible.

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