Ilustración de Waldo Matus. |
La muerte de Pierre Boulez, el último de los vanguardistas que quedaba en vida, termina con toda una época de la música del siglo pasado. Pese a su enorme figura, pocos saben de su curioso desencuentro con otro grande: Frank Zappa.
Pierre Boulez ha muerto y con él se va toda una época de la música culta avant-garde del siglo XX. Miembro de la llamada generación de Darmstadt, al lado de nombre tan grandes como los de Karlheinz Stockhausen, Luigi Nono, Luciano Berio y György Ligeti, Boulez falleció este martes 5 de enero, a los 90 años de edad, en la ciudad alemana de Baden-Baden, donde residía desde hace cinco décadas.
Enorme compositor y gran director de orquesta, había nacido el 26 de marzo de 1925 en Montbrison, Francia, y se le recordará también por la construcción de grandes instituciones musicales, además de por su vocación de ácido polemista y prolífico escritor.
La controversia lo alcanzó muchas veces. Sin embargo, quizás una de las menos conocidas sea la que lo involucró con Frank Zappa y sus composiciones, hecho que derivó en la grabación, en 1984, del disco zappiano The Perfect Stranger, editado originalmente nada menos que por el prestigiado sello de música clásica de la disquera EMI: Angel.
En 1983, Zappa había grabado el álbum London Symphony Orchestra Vol 1 y a partir de ese momento, muchos grupos orquestales de los Estados Unidos y Europa empezaron a pedirle composiciones originales para incluirlas en su repertorio. Lejos de complacerlo, esto le causó cierto malestar, ya que como cuenta en su biografía The Real Frank Zappa Book (Poseidon Press, 1989), “recibí solicitudes de al menos quince conjuntos de música de cámara de varias partes del mundo, los cuales me ofrecían dinero con tal de que les escribiera alguna pieza. Si yo hubiera sido un compositor principiante, aquello me habría parecido grandioso, pero no tenía tiempo para ello y además me aterraba pensar qué pasaría con mi música si ellos la interpretaran sin mi presencia durante sus ensayos”. Añade el buen Frank que además casi todas esas comisiones requerían que él estuviese el día del estreno, “durante el cual, esperaban que me sentara en primera fila y pretendiera que aquello era fantástico”.
Algo semejante sucedió cuando a fines de 1983 le pidieron algunas obras para que las interpretara el Ensamble Intercontemporáneo de Pierre Boulez, un grupo orquestal de dieciséis integrantes… y Zappa accedió, debido a la importancia del director. Aquello habría de ser un desastre.
El autor de “Hot Rats” les hizo llegar tres composiciones suyas: “Dupree’s Paradise”, “Naval Aviation in Art?” y “The Perfect Stranger” y, por supuesto, fue invitado a la función de estreno en París.
“Todo fue improvisado”, narra. “Boulez prácticamente tuvo que arrastrarme al escenario para que lo reverenciara. Me pusieron en una silla, a un lado del escenario, y desde donde estaba, podía ver el sudor que escurría de las frentes de los músicos… y todavía tendrían que ir al día siguiente a un estudio para grabar mis piezas”.
Era claro que los miembros del ensamble y el propio Boulez no entendían el sentido de las obras de Zappa y no les agradaba tener que ejecutarlas. Todo iba mal: “había una mala actitud de los instrumentistas, se notaba que casi no habían ensayado y al público no le gustó porque no sonaba ‘bonito’. Eso aparte de la pésima acústica y la débil ejecución”.
En su libro Viva Zappa! (Omnibus Press, 1985), el periodista francés Dominique Chevalier confirma lo sucedido: “A pesar de que el encuentro entre Pierre Boulez y Frank Zappa debió ser todo un acontecimiento, el concierto del 9 de enero de 1984 en París resultó totalmente anticlimático, tal vez porque Zappa, en la cumbre del mundo del rock, y Boulez, en la cumbre del mundo clásico de vanguardia, tenían muy poco en común, aparte de su gran profesionalismo, lo que llevó a un choque cultural entre ellos. Los integrantes del Ensamble Intercontemporáneo quizás estaban poco familiarizados con las influencias jazzeras y roqueras de Zappa y por eso su interpretación fue rígida e inflexible. Hubo también una falta de contacto entre los dos equipos encargados de la sonorización: cuando los técnicos de sonido franceses vieron a la gente de Zappa y su estudio portátil Sony PCM 3324, fue como si contemplaran algo que provenía de otro planeta. Los dos compositores nunca congeniaron en realidad y cuando Boulez fue entrevistado poco después por el diario Liberation, se negó a hablar de su colega. ‘Me reservo mi opinión acerca de las cualidades de la música de Zappa’, fue todo lo que dijo”.
Así fue el encuentro-desencuentro entre Frank Zappa, fallecido en 1993, a los 53 años, y Pierre Boulez, quien murió apenas este 5 de enero, a poco más de dos meses de cumplir 91. En ambos casos y a pesar de sus diferencias, el mundo de la música perdió a dos genios de la centuria pasada, dos mentes altamente creativas, críticas, innovadoras y avanzadas, aunque hayan transitado por senderos tan disímbolos y contrapuestos.
(Publicado hoy en le sección El ángel exterminador de Milenio Diario)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario