Cuando el pasado 8 de enero apareció el álbum Blackstar de David Bowie, casi nadie pudo imaginar que se trataba de la obra discográfica con la que el autor de “The Man Who Sold the World” y “Space Oddity” se despediría del planeta.
Sólo dos días pasaron antes de que nos despertáramos con la tristísima y golpeante noticia de la muerte física de Bowie, debido a un cáncer terminal. Con Blackstar, el gran músico, compositor, cantante y actor (entre varias otras cosas) celebró su cumpleaños 69 (había nacido justo el 8 de enero de 1947, en Brixton, Inglaterra) y anticipó su muerte, acaecida apenas este domingo 10.
Dado que no hay mucho que agregar que no se sepa ya sobre la vida y obra de quien se inició con el nombre de David Jones (debió cambiar a Bowie por causa del David Jones de los Monkees), centrémonos así sea de manera somera en este que resultó ser su álbum postrero.
Siete son tan sólo los cortes que conforman a Blackstar, con una escasa duración de 41 minutos. Casi podría ser un EP. Sin embargo, la grandeza y hermosura de esas siete finas piezas hacen que el plato se vuelva suculento, lleno de riqueza artística. Desde la inicial y homónima “Blackstar”, que ya se había dado a conocer semanas atrás, sabemos que esta vez el músico quería ofrecer algo distinto. Siempre experimental, Bowie presentó aquí una fusión de rock, jazz y pop de espléndida manufactura, lo cual se vuelve más evidente conforme el disco va avanzando.
Así, las siguientes canciones van adentrándose en un sonido a la vez misterioso y fascinante, pulcro y provocador, nostálgico y sensual, en el que la colaboración del saxofonista Donny McCaslin proporciona el debido mood jazzístico, con sus espléndidas intervenciones, ello para no hablar de la impecable producción del eterno colaborador de Bowie, Toni Visconti.
Piezas como “Lazarus”, “Dollar Days”, “Girl Loves Me” o “I Can’t Give Everything Away” hacen de Blackstar un trabajo entrañable y no hay mejor manera de agradecer a David Bowie por todo lo que nos dio que escuchar el disco con deleite y, sí, también, con una dulce nostalgia.
(Publicado ayer en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)
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