En mi columna política “Cámara húngara” de los sábados, en este mismo diario, toqué durante dos recientes entregas el tema de la corrupción en México y de cómo se trata de un problema ético y moral históricamente enquistado no sólo en la política y la economía, sino en muchos otros ámbitos de nuestra realidad cotidiana.
Pero, ¿existe la corrupción en el medio de la música y, más particularmente, en el del rock que se hace por estos lares? Por supuesto y se manifiesta de diferentes formas retorcidas que muchos aceptan como un mal inevitable.
Un ejemplo es el de los empresarios y promotores que organizan conciertos y solicitan diferentes dádivas a los músicos que quieran participar en ellos. Desde los que exigen que los grupos vendan determinado número de entradas, hasta los que de plano les piden diferentes cantidades de dinero. Esto no es nuevo, sucede desde hace décadas, pero se trata de un fenómeno de corrupción que sigue existiendo, incluso en algunos renombrados festivales anuales. Es algo que los músicos cuentan sotto voce, sin atreverse a denunciar a quienes los presionan de ese modo, por temor a perder presencia y ser boicoteados.
Otro ejemplo es el de los “periodistas” roqueros que reciben diferentes regalos (llamémoslos así) para ensalzar la mediocridad de muchos grupos y solistas cuya calidad resulta lamentable, pero de quienes hay que hablar bien para seguir recibiendo discos, entradas VIP y hasta palmaditas en la espalda..., siempre que te portes bien.
Diría que también es corrupción engañar al público con productos fraudulentos (desde músicos deficientes hasta tocadas en pésimas condiciones de sonido, de seguridad y hasta de higiene). Eso para no hablar de la famosa y sempiterna payola que siempre nos han dicho que no la hay, cuando todos sabemos que sí y que si quieres que tu música se difunda en ciertos medios, antes debes aportar una rigurosa comisión.
Claro está que lo arriba mencionado no existe oficialmente y es mejor que permanezca en lo oscurito, en lo callado, en el aquí-entre-nos. Igual que en la política, la burocracia, la farándula, el deporte, la cultura, etcétera, etcétera, etcétera.
(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)
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