Si la respuesta fuese afirmativa, entonces el de México sería un pueblo muy culto.
No se trata de un chiste o de hacerse eco de la declaración que hizo Virgilio Andrade en abril pasado, acerca de que la corrupción en nuestro país es un fenómeno cultural, y que tantas críticas provocó. Sin embargo, resulta imposible negar que la corrupción ha permeado históricamente en la sociedad mexicana (y en la de muchos otros pueblos: los escándalos al respecto se dan en las más disímbolas naciones, desde Venezuela hasta España y desde Argentina hasta Japón). Esto no quiere decir que todos seamos corruptos por naturaleza, sino que el sistema en el cual vivimos funciona como una maquinaria vieja y oxidada que para entrar en movimiento requiere muchas veces, malamente, de ese aceite espeso y maloliente que es la corrupción.
Lo vemos en todas partes y con los gobiernos de todos los partidos y sus burocracias. Para facilitar un trámite, se nos pide “la propina”, “el dinerito”, “lo que sea su voluntad”, el “ahí se lo dejo a su criterio”. Ya si aceptamos pagar o no, está en la conciencia de cada uno.
También lo vemos en los funcionarios de todos los niveles, en el contratismo, en las comisiones, en los portafolios repletos de billetes (a veces asegurados con ligas), en fin.
Pero la corrupción no es sólo económica, también es ética y moral y esa parte resulta quizá la más grave: cuando un gobernante o el dirigente de un partido mienten abierta y cínicamente (y además asegurando: “yo no soy corrupto”), eso también es corrupción.
No se trata de exculpar a persona alguna al decir que la corrupción se da en todos lados. Simplemente pienso que mientras exista esa doble moral que ve sólo la paja en el ojo ajeno, el problema estará cada vez más lejos de resolverse. O asumimos que se trata de un hecho generalizado y sistémico o seguimos acusando a los otros –siempre a los otros–, mientras nos damos hipócritas golpes de pecho y nos hacemos los indignados.
Por eso la corrupción en México seguirá imperando, así estén en el poder el PRI, el PAN, el PRD o Morena. Veamos las cosas como son. Sólo de ahí podrá partir el posible remedio.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
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