lunes, 8 de agosto de 2016

Paco Calderón: crítico desde la caricatura

Polémico, por completo distinto a los previsibles caricaturistas que inundan a la prensa progre y  políticamente correcta –y vilipendiado y acusado de “reaccionario” por lo mismo, Calderón es uno de los cartonistas más duros y críticos del país.

“Nací en 1959, en Coyoacán, que es enteramente distinto al que veo ahora; el que veo ahora me hace llorar”. Así se presenta Francisco Paco Calderón, tal vez el caricaturista político más polémico del país, quien se inició como cartonista en 1977, en El Heraldo de México, diario en el cual permaneció durante diez años. En l987 ingresó a Televisa, junto con Sergio Hiracheta, donde trabajó poco más de un año. Luego entró al periódico El Norte de Monterrey y “ahí inventamos el cartón que hasta la  fecha aparece en Reforma, cartón que con el tiempo ha ido evolucionando y ahora lo publican casi cuarenta diarios del país”. En 1991 recibió el Premio Nacional de Periodismo que otorga el Club de Periodistas y en 1992 y 2003 el Premio Nacional de Periodismo que otorga el gobierno de la república. En España ha recibido varias veces el Premio Quevedo y junto con los caricaturistas Helio Flores, Pedro Sol, Antonio Garci y Rafael Ruíz Tejada fue nombrado profesor honorario de la Universidad de Alcalá de Henares “y para alguien que nunca se recibió, es todo un honor”.

¿Por qué crees que debe haber crítica?
Debe haberla porque la crítica es la única forma de evaluarte y de mejorar. En los lugares donde se prohíbe la crítica, las sociedades se atrofian. La crítica es fundamental.

Y en un país como México, ¿es necesaria?
Totalmente. Creo que en nuestro país no tenemos una crítica a la altura de las circunstancias. En México educamos críticos de café, críticos que son como seminaristas en busca de dogmas. Y una vez que encuentran esos dogmas, dan gracias al cielo porque ya están completamente exentos de pensar por su cuenta. Repiten como papagayos todas las netas y verdades que tiene su dogma y luego no saben platicar con quien no tiene esas netas y esos dogmas. Nos falta aprender a ser autocríticos, aprender a digerir lo que se nos da. Si lo aprendemos, seremos tolerantes y si somos tolerantes, seremos democráticos y si somos democráticos, seremos prósperos. Todavía nos falta mucho, mucho, mucho.

¿Cuál ha sido tu experiencia como crítico?
Mi experiencia ha sido que en este país inmediatamente buscan la etiqueta con la cual catalogarte y dejar de ver tu trabajo, de valorarte, de ver si en tus capacidades puedes aportar algo sin prejuicio de visión. Sacas una cosa que toca alguno de los dogmas e inmediatamente te sacan la etiqueta de “caricaturista de derecha”. El político que me llevó a las páginas de la historia nacional como el primer caricaturista que se quejó públicamente de un político está en la peor bronca de su historia y en parte está en esa bronca porque este señor quiso a toda costa evitarse la crítica.

¿Cómo fue esa queja? ¿Nos puedes contar esa anécdota?
Hice una caricatura muy sonsa el año pasado, en la cual aparecía Brozo soplando y subía López Obrador a las alturas con la banda presidencial. No era un cartón ofensivo ni mentaba la madre, como luego se estila en la caricatura de este país. Se llamaba “El fin y los medios” y justo el día en que se publicó, estaba López Obrador con Brozo y éste le mostró el cartón. Entonces Andrés Manuel dijo: “¡Ah, es el caricaturista de la derecha! Le mando un saludo, pero hay que entender que es la opinión de la derecha”. Entonces, bueno, de eso se agarraron, de que “el caricaturista de la derecha”. Siempre cita un montón de nombres y a Paco Calderón como “el caricaturista conservador”.

¿Y que quieres conservar?
Siempre he estado por el cambio. Nunca he aplaudido a un dictador. Nunca he estado por la violencia. Este año publiqué un cartón en el cual criticaba a la prensa y decía que la prensa a un político le perdona todo y al otro le critica todo. Si el uno no lee, es un ignorante estúpido; si el otro no lee, nada se dice. Si el uno evade la responsabilidad y dice una burrada, ¡ah!, es un irresponsable; si el otro dice otra burrada, nadie dice algo. Pues no se qué callo pisé que al otro día, en su conferencia matutina, este señor aludió a mi caricatura y la citó textualmente. Me dio mala espina ver qué tan sensible tenía la piel ante una caricatura. Me gusta poner en ridículo a la gente cuando se lo gana, pero por lo general no me voy al ataque sangriento y despiadado. No te diré que era una caricatura suave, pero ciertamente hay caricaturistas más sangrientos. Y si una caricatura promedio recibe una indicación de tanta malicia, dices: “¡Guau! A este cuate no hay que tocarlo ni con pincitas”. Y tú ves la actuación del personaje  y todo ha sido “que no me digan, que no me critiquen, que me andan golpeando por todos lados”.



¿Tienes fórmula para hacer tus caricaturas?
Tengo la metodología de ver cómo va a salir el cartón y tengo un principio rector que es: “Sin odio y sin piedad”. Cuando criticas a alguien, lo tienes que hacer porque no estás de acuerdo con las políticas que está siguiendo. Te tienes que reír de la figura pública del personaje. Si el señor tiene problemas en casa, si tiene hijas feas, si tiene una amante, mientras eso no entre a la vida pública, a mí no me interesa y no me voy a ir por ahí. Si me voy por ahí, es porque ya tengo un odio y lo odio tanto que se vale todo. Cuando odias, lejos de atacar al personaje se te revierte y quien queda mal eres tú. Por ejemplo, Martha Sahagún, una mujer que ha sido criticada en muchos lados por ser frívola y vanidosa, pero lo criticable es que esta mujer se haya querido atribuir funciones que no le corresponden y que las pretensiones que tiene vayan en contra de los intereses de la república, eso es lo que hay que criticar. Pero si criticas que se cambió el peinado nomás porque la odias, es ofensivo. Me parece que el caricaturista tiene que revisar sus filias y sus fobias. Si cierto personaje es mi amigo y piensa lo que yo pienso y creo en sus ideas, pero el tipo la regó, pégale, pégale duro, sé justo tanto con lo que te cae bien como con lo que te cae mal. Para una democracia como la nuestra, como la queremos los mexicanos, es necesario tener buenos críticos y un buen crítico tiene que aprender a reírse tanto de sus filias como de sus fobias.

¿Crees que en México hay tolerancia para el crítico?
No. Yo creo que un problema, a lo largo de toda nuestra historia, es la intolerancia. Estamos educados en la intolerancia desde siempre. Lo ves en cualquier película mexicana. Me acuerdo mucho de una que se llamaba La calle de chinos de Carlos Orellana. Había un personaje que era chino y Chachita le decía: “Usted tiene que creer en la Virgen de Guadalupe; porque si no, no es mexicano”. Oye, ¿y porqué? Si el señor quiere creer en la Virgen de Guadalupe o quiere creer en Shiva qué carambas te importa a ti.

¿La intolerancia proviene de todos los sectores, de la derecha, el centro y la izquierda?
La izquierda todo el tiempo te anda con el rollo de la tolerancia, pero siempre se andan cortando la cabeza entre ellos, siempre se andan denunciando y no se le ocurra a un izquierdista criticar a otro izquierdista porque entonces lo corren. Ve a Castañeda, a Luis González de Alba, a Héctor Aguilar Camín. Se les aborrece como en la derecha no se aborrece a nadie.

¿El crítico es un artista?
No es un artista, gracias a Dios. La gente piensa que soy un artista, pero yo nunca me he visto como tal, Me dicen: “ay, es que usted sabe dibujar muy bien” y les digo que no es cierto, que yo sé dibujar mis dibujos, lo cual es distinto. Si tú me dices saca un block y dibuja un cuaco, yo no sabría, porque no sé un carambas de perspectiva. Si me dices hazme un retrato no puedo, porque no sé cómo sacar el retrato de una persona. Yo me veo como un periodista que sabe dibujar.

Se dice mucho que los críticos son seres amargados, frustrados…
Todos somos seres amargados. Y el hombre que dice que todos los críticos estamos frustrados, también está frustrado.

¿Qué opinas de quienes dicen que la crítica debe ser positiva y no negativa?
Yo no conozco la crítica positiva. Una buena crítica, para que lo sea, debe ser destructiva. La crítica positiva siempre es una crítica hipócrita.

¿Ves a la crítica como una actividad creativa?
Siempre lo es.

¿Cómo te imaginarías al mundo si no existiera la crítica?
Pues me lo imaginaría como el mundo en 1984, la novela en la cual el sólo hecho de pensar ya es un crimen. Sin la crítica, lo que queda es sólo un estado de esclavitud total. Nunca podrás ser un hombre feliz si no hay quién te critique. Te critican tus papás, tu novia, tu mujer. Siempre te critican y siempre te sirve. Todo es crítica y todo te ayuda. La gente que odia la crítica la verdad es la que más se la merece.

(Entrevista que realicé en octubre de 2004 y que apareció publicada poco después en la sección "Razón de la crítica impura" de La Mosca en la Pared No. 88, de enero de 2005, Las fotos que salieron publicadas las hizo la gran Isadora Hastings).

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