Iron Maiden. La Doncella de Hierro. Sencillamente Maiden para los más apegados seguidores de esta banda británica, misma que durante un cuarto de siglo ha sido uno de los grandes referentes del heavy metal a nivel planetario. Con el nombre del bajista y compositor Steve Harris como base y pilar del por mucho tiempo quinteto y hoy sexteto, Iron Maiden ha pasado por las más diversas circunstancias a las cuales está expuesta cualquier agrupación que se respete y más si ésta ha durado veinticinco años en el camino. Separaciones, rompimientos, reencuentros se han sucedido y han visto entrar y salir del conjunto a dos cantantes, dos bateristas y varios guitarristas. Nunca, sin embargo, ha habido problemas por cuestiones de drogas y ese es un logro que hay que hacer notar por su singularidad. Hoy día, con Harris aún a la cabeza, pero con las contribuciones notables de Bruce Dickinson, Adran Smith, Dave Murray, Janick Gears y Nicko McBrain, la Doncella sigue en plenitud y presenta un nuevo álbum, el número catorce en la lista oficial de discos grabados en estudio. Con Death on the Road, Iron Maiden corona una carrera que muy posiblemente dé para más y en la que hay un personaje extra, un ente que ha sido fundamental para lograr la popularidad mundial de la cual la banda goza. Es obvio que me refiero a Eddie, la monstruosa y malévola –y no obstante simpática– mascota que ha aparecido de las más diversas maneras y en las más diferentes metamorfosis en las portadas de prácticamente toda la discografía ironmaideniana. Sin el sardónico Eddie, Iron Maiden sería inconcebible. Loor pues a esta doncella herrumbrosa que ha hecho de su música potente, vertiginosa, agresiva, dura y sin embargo armónica y melodiosa, la banda sonora de varias generaciones de metaleros en todo el orbe.
(Prólogo que escribí para el Especial de La Mosca en la Pared No. 24, dedicado a Iron Maiden y publicado en septiembre de 2005)
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