No, no me refiero a la inmadurez congénita de nuestro h.h.h. rockcito nacional (las haches [minúsculas] no quieren decir heroico sino hueco, híbrido y [de] hueva, aunque se admiten otras acepciones). Lo de in-Maduro se refiere a la falsedad, la hipocresía y la falta de congruencia del sector militante y políticamente correcto de ese rockcito, tan bueno para gritonear consignas contra “el Estado”, el PRIAN, Televisa, etcétera (a sabiendas de que tiene plena libertad para hacerlo y de que nadie lo reprimirá o lo castigará por eso) y tan olvidadizo a la hora de cuestionar a regímenes verdaderamente represores y antidemocráticos, como los de Venezuela y Cuba, donde las libertades más elementales (de expresión, de reunión, de movimiento, de disensión) han sido conculcadas por tipos tan indefendibles como los actuales dictadorzuelos Nicolás Maduro y Raúl Castro. A ellos, nuestros valerosos roquerines jamás los incluyen en sus diatribas frente a las masas, esas que les acarrean tantos aplausos fáciles y tantos acríticos y borreguiles gritos aprobatorios.
Ya sabemos que a Zoé, Café Tacuba (con u), La Maldita Vecindad, Caifanes, Panteón Rococó y otros más les fascina el papel de seudo críticos del Sistema (aunque se beneficien de éste) y que frente a públicos tan pavlovianos como el del Vive Latino suelen soltar las frases revolucionarias de cajón. Está bien que lo hagan y que jueguen a ser rebeldes y subversivos, pero que lo hagan de manera justa y congruente.
Si tanto les ha dado por recurrir a las influencias de la música sudamericana, no olviden entonces que en Sudamérica (y por extensión en la América Hispana toda) hay países cuyos pueblos padecen a sátrapas peores y Venezuela es el más claro y puntual ejemplo de ello.
¿Cuándo escucharemos a un León Larregui o a un Rubén Albarrán (con el nombre que esté usando) lanzar una crítica pública al gobierno criminal de Nicolás Maduro? La respuesta está en el viento.
(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)
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