martes, 16 de diciembre de 2008
Mis ídolos: 3. Groucho Marx. El verdadero marxismo
"Soy marxista de la tendencia Groucho", rezaba un afiche de los estudiantes en el mayo francés de 1968. Sin duda, el tercero de los hermanos Marx habrá festejado la broma en su momento, ya que su humor seguía trascendiendo después de varias décadas, al igual que lo sigue haciendo hoy día. En 1974 (o quizás un año antes o un año después), la añorada Cineteca Nacional de Calzada de Tlalpan y Río Churubusco presentó, en su legendario Salón Rojo, un ciclo de películas de los Marx Bros. Muy pocos los conocían en México y fue una manera de darlos a conocer a un público que quedó deslumbrado al descubrir aquel humor deliciosamente nihilista y caótico de tres tipos (porque los Marx que verdaderamente trascendieron -además de Carlitos el alemán, claro- fueron Harpo, Chico y Groucho. Zeppo y Gummo en realidad siempre permanecieron en un segundo y muy discreto plano, cuando menos a nivel cinematográfico). Puedo contarme entre esos privilegiados que contemplaron fascinados el ciclo que incluyó, según recuerdo (por ahí debo tener aún el folleto), The Coconuts, Duck Soup (bautizada en español con el absurdo título de "Héroes de ocasión"), Horse Feathers, Una noche en la ópera y Un día en las carreras. Desde un principio -y desde entonces- mis favoritas han sido la maravillosa sátira a la guerra que es Duck Soup y la extraordinaria, aunque con ciertas concesiones comerciales -como la inclusión de un bobo romance impuesto por el productor Irving Thalberg-, A Night at the Opera (¿cómo olvidar la desquiciada escena del camarote?).
Ciertamente, Chico y Harpo Marx eran dos personajes entrañables. El primero, con su marcado acento italiano, su cinismo y su picardía; el segundo, con su encanto, su sonrisa, su mudez y su tierna ojetez (era un verdadero cabrón), además de su habilidad para tocar el arpa, instrumento del cual deriva su mote. No obstante, quien verdaderamente lucía y quien a la larga tuvo la mayor trascendencia fue Groucho, el de las grandes cejas y el bigotazo inconfundible, pero sobre todo el de los diálogos más disparatados, los juegos de palabras más enloquecidos (e insubtitulables) y el uso más sardónico del doble sentido.
Groucho Marx nació en Nueva York, el 2 de octubre de 1890. Su verdadero nombre era Julius Henry Marx y era el tercero -luego de Chico (Leonard Marx, 1886-1961) y, Harpo (Adolph Arthur Marx, 1888-1964)- de los hijos de Sam y Minnie Marx. Fue Minnie, la singular madre y virtual jefa del clan, quien impulsó la carrera actoral de sus cinco hijos -los otros dos eran Gummo ( Milton Marx, 1897-1977) y Zeppo (Herbert Marx, 1901-1979). Dice Groucho -en su autobiografía The Groucho File- que aprendió a reír en las rodillas de su madre y es que Minnie, nacida en Alemania al igual que su marido, un modesto sastre, había crecido en un ambiente siempre ligado a la farándula; era un dechado de sentido del humor y logró que dicho sentido pasara a la sangre de sus hijos como la leche que se mama.
Groucho fue el primero de los hermanos en entrar al negocio del espectáculo, apenas a los catorce años. Lo hizo como cantante de vodevil en un grupo llamado The Leroy Trio. Esa primera experiencia duró muy poco y luego de una frustrada gira por Colorado, el muchacho regresó a casa. En realidad deseaba convertirse en médico, pero su madre se empeño en que fuese "artista" y lo hizo actuar en un teatro al lado de Gummo y de Mabel O'Donell, una actricita sin talento, como Los Tres Ruiseñores. Poco después, Chico y Harpo se unieron a ellos y en 1910 se hicieron llamar Las Seis Mascotas, ya sin Mabel pero con la compañía de su madre y de su tía Hanna. Ante la fría indiferencia del público, Groucho comenzó a meterse con los espectadores mediante agresivas bromas e ingeniosas provocaciones que, paradójicamente, le trajeron un gran éxito. Nacía así el Groucho Marx que todos conocemos.
Pronto, Gummo, Harpo, Chico y Groucho tomaron el nombre de Los Cuatro Hermanos Marx y sus triunfos en los teatros neoyorquinos fueron cada vez mayores. Poco a poco fueron afinando sus distintas personalidades: Chico, el italiano bobo; Harpo, el mudo encantador; Gummo (más tarde reemplazado por Zeppo), el galancete simplón; y Groucho, el bigotón y estruendoso líder, siempre con un puro en la boca. Sobre el origen de su famoso mostacho, la historia es muy curiosa. En cierta ocasión, Groucho perdió su bigote postizo y tuvo que improvisarse uno, untándo grasa de zapatos en su cara. El efecto fue tan bueno que jamás volvió a usar el postizo ni siquiera en las películas.
El primer éxito de los Marx en Broadway fue la obra I'll Say She Is, en 1924. Luego vino The Coconuts, que no tardó en ser llevada al cine y abrió las puertas de Hollywood a los singulares comediantes. Comenzaba el cine sonoro y la Paramount contrató a los Hermanos Marx para realizar, entre 1929 y 1933, una serie de cintas desquiciadas y anarquizantes que hoy son verdaderos clásicos. Luego de un paréntesis más o menos forzoso (sus cinco filmes para la Paramount fueron considerados demasiado insolentes y hasta subversivos por ciertas mentes retrógradas pero influyentes), Groucho y compañía retornaron a los sets de filmación, esta vez contratados por la MGM y bajo la férula del productor Thalberg hicieron en 1935 la genial Una noche en la ópera, dirigida por Sam Wood y con la magnífica actriz Margaret Dumont; posiblemente fue el punto más alto de los Marx en el cine. Vendrían más películas a lo largo de los años, pero ninguna tan memorable ya. Tal vez habría que mencionar la mediocre Love Happy (1950), ya que fue la última cinta en que los Marx aparecieron juntos y porque marcó el debut de una insegura actricita rubia llamada Marilyn Monroe, quien hizo una brevísima aparición al lado de Groucho y cuya única línea fue: "Señor Grunion, quiero que me ayude..., algunos hombres me están siguiendo", para desaparecer en seguida.
La mejor característica de Groucho Marx, aparte de su figura inconfundible, fue su explosiva irreverencia. Nada respetaba y todo lo dinamitaba a su paso con antisolemnidad ejemplar, desde las más sacras instituciones como el gobierno o el ejército, hasta las ridículas costumbres de los aristócratas. Al contrario de Charles Chaplin, quien era también un crítico de la sociedad pero lo hacía desde una posición que hoy llamaríamos políticamente correcta, Groucho era la incorrección rampante, un anarquista del humor, un terrorista de la comedia ácida, un Bakunin de la palabra, un adelantado a su tiempo que desafiaba a la autoridad desde su desarmante ironía. Basta con recordar algunos de sus diálogos, como aquel de Una noche en la ópera en el cual un detective le dice: "¿Es que estoy loco o es que sólo hay dos camas aquí?", a lo que el del bigote, en su papel de Otis P. Driftwood, replica: "¿A cuál de las dos preguntas quiere que conteste primero?". O cuando se entera de que a un famoso cantante de ópera le pagarán mil dólares por noche: "¿Van a pagarle mil dólares sólo por cantar? Por sesenta centavos hay unos discos de la Bella Mimí que te vuelan la cabeza. Y por un dolar la tienes a ella en persona".
En una de las escenas finales de su película Manhattan, Woody Allen ennumera las cosas y las personas por las que vale la pena vivir y el primer nombre que menciona es precisamente el de Groucho Marx, a quien homenajea también en la fiesta de los Grouchos de Everybody Says I Love You y en la primera secuencia de Annie Hall ("Hay otro chiste importante para mí que suele atribuirse a Groucho Marx, pero yo creo que aparece antes en El chiste y su relación con el subconsciente de Freud. Dice así, poco más o menos: 'No me interesa pertenecer a club alguno que cuente con alguien como yo entre sus socios'").
Julius Henry Marx, mejor conocido como Groucho Marx, murió en 1977, y lo hizo de manera tranquila, rodeado por sus seres queridos. Estaba por cumplir los ochenta y siete años.
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2 comentarios:
Gran nota maestro!!! De verdad que como olvidar A Night at the Opera, sencillamente genial. Por aquí vi algunos títulos que desconozco de la filmografía de los Marx, voy a aprovechar para tratar de echarles un ojo...gracias.
Jeje éste blog y su blog hermano ''bajo presupuesto´´ me han ayudado a no extrañar tanto a la mosca muerta, aun asi se le añora.
Gracias Don Hugo por seguir cultivándonos es agradable su lectura y tópicos.
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